La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Apuntes
VOTAMOS y llevamos cinco días sin que se nos quite la cara de asombro por unos resultados que nadie predecía. El propio presidente en funciones balbuceaba en la noche electoral, aún más, ideas inconexas desde el balcón portátil de Génova. Algunos echamos los dientes y las canas en la izquierda y captamos en la calle más hartazgos que entusiasmos, intuíamos que se construían ilusiones adobadas con extrañas predicciones demoscópicas e ingenuas interpretaciones por el número de militantes que acudían a los actos.
Decían que había que ganar los corazones, la imagen en los medios, y con gesto transversal mover al optimismo. Olvidaban que quien maneja medios, estudios de opinión, y emociones son los mismos a los que la izquierda, al redistribuir poder y renta, pretende eliminar privilegios. La ambigua y transversal sonrisa de colores, que leninista de día y socialdemócrata de noche 'sorpassaría' todo lo antiguo, no recordó que quien crea la incertidumbre tiene en sus manos la emoción más primaria, el miedo. Adolescentes y cegados de vanidad se caía en la ratonera.
Aumentó el hartazgo y la abstención, perdieron espacio tanto PSOE como C´s, y UP, la estéril coalición cupular, ha visto marchar un millón de votos. Se perdieron oportunidades y unas terceras elecciones serían muy peligrosas, por tanto, corresponde a la derecha la responsabilidad de gobierno. Toda la izquierda debería abrir un proceso de profunda reflexión autocrítica, asumiendo responsabilidades, revisando formas, contenidos y alianzas, y recuperando credibilidad y confianza, debe asumir la tarea de oposición, política y social, en tiempos muy difíciles. Salidas infantiles, como insultar a millones de votantes ajenos o huir hacia delante con propuestas marginales falsamente radicales, demostrarían muy poca talla democrática y eso se paga.
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