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Las dos orillas
El Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tiene como objetivo perpetuarse en el poder. No se trata sólo de que la legislatura dure los cuatro años, sino seguir, seguir y seguir. Incluso superar la permanencia de Felipe González durante más de 13 años. Para ello, a falta de una buena gestión (es imposible), tienen como estrategia volver al enfrentamiento de las dos Españas. Ojo: no es una casualidad, sino una intención evidente. Creen que con las dos Españas a la greña llevarán las de ganar, porque recuperarían a personas izquierdistas que están desencantadas. Para ello, necesitan agitar los fantasmas de Franco y su tiempo, atacar a la Monarquía y mitificar la República, aprovecharse de la división entre ricos y pobres en vez de corregirla... Buscar la fantasía, ya que la realidad de sus fracasos es muy dura.
En España, ni la derecha ni la izquierda habían creído apenas en la democracia. Por eso, fueron incapaces de respetarse y se llegó a una guerra civil. En la Segunda República, cuando ganaron las derechas las elecciones de 1933, los socialistas y los comunistas dieron un golpe de Estado, disfrazado como revolución de Asturias, contra el Gobierno republicano. De aquel episodio se habla poco porque no interesa. Como tampoco de la proclamación unilateral de la República de Cataluña por Lluís Companys. O la quema de iglesias y conventos (a veces con sus frailes y monjas dentro). O el asesinato de José Calvo Sotelo, al que disparó Luis Cuenca, un pistolero socialista, guardaespaldas de Indalecio Prieto. Cinco días después de aquel crimen político, que no fue el único entre derechistas e izquierdistas, se sublevaron las tropas de Franco y otros generales, en un golpe de Estado militar, ahora contra el Gobierno del Frente Popular. Pero lo que vino después no fue sólo el golpe de unos generales fascistas, sino una guerra civil de media España contra la otra media. Una guerra llena de crímenes y venganzas por ambas partes. Incluso asesinaron a compañeros de sus propios bandos.
Después llegó la dictadura franquista, que duró desde 1939, cuando terminó la guerra, hasta 1976. Muerto Franco (y no antes) se alcanzó la libertad política gracias a los consensos de las dos Españas, que permitieron recuperar la democracia tras la Ley de Amnistía y el fin del exilio. Y que fue sellada por la Constitución de 1978, en la que se incluyó y aprobó la Monarquía.
Las dos Españas se unieron en el perdón, para vivir en libertad sin ira y mirar adelante. Sólo unos miserables lo quieren romper.
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