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Los llamados países nórdicos pasan por ser muy desarrollados en cuanto a civismo y a prestaciones sociales públicas. No es ya que pasen por tales, es que lo son. Sus detractores de por aquí abajo les afean una alta tasa de suicidio (un mito: no se computan esas cifras en el mundo más pobre), y lo esgrimen cuando en realidad lo que no soportan es su generalizado laicismo y su próspero socialismo. En contrario les cabe, puestos a generalizar, el rigor calvinista sobre el bien y el mal. Recuerdo, hará veintitantos años, que el mejor padre que conozco, que ha tenido gran éxito de amor y rumbo en la crianza, fue amenazado con llamar a la Policía en un camping sueco porque estaba riñiéndole a su hija. Perdono, pero no olvido que diría un resentido. Es decir, que el mundo hygge y socialdemócrata para reventar lo utilizamos aquí a modo de referencia ideal.
Aquí somos distintos. Aquí nos cogemos un Ryanair un puente y volvemos de Berlín o Malmoe todo conversos, con la necesidad de contar el lunes cómo están allí las calles de limpias, cómo la gente no levanta la voz ni se salta los semáforos. Y hay unas máquinas que te dan céntimos por reciclar en los supermercados, en los que ni venden bolsas de plástico. La inmersión hace que abramos los ojos y nos pongamos las gafas de la fe. Durante unos días no tocamos el claxon, ni giramos donde no se puede, ni escupimos -lo siento: el esputillo de mayor o menor gramaje ha vuelto a nuestras calles- o vaciamos el cenicero por la ventanilla. Y se producen milagros de respeto de los espacios comunes. Convendrán conmigo -o si no han reparado, fíjense- en que las luces de peligro de los coches se han convertido en una pátina de educación vial en nuestras meridionales calzadas. Gente que se dice: "Voy a responder al whattsap de Osvaldo en el grupo de mindfulness", y echa su coche a un lado y le da al botón colorado y luminoso. Así no hay peligro de llevarse a una moto por delante o abatir a dos peatones en la acera. Sólo se bloquea una vía. ¿Que uno tiene que ir a la farmacia y no hay manera de aparcar a menos de cien metros? Se hace uno un escandinavo, y apalanca su coche bajo la misma cruz verde también intermitente, y en dos pasos, a por las pastis, una vez provocado un ratito de colapso viario. Pero con las luces parpadeando bien a las claras. Civilizado que te mueres. Y se siente el tipo o tipa candidato a Escandinavo del Día. Candidatura, bien mirado, impugnable como la de Puigdemont al Nobel de la Paz, tan arbitrario a pesar de lo escandinavo. Que manda tela la cosa.
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