La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Cuarto de muestras
Vivimos escandalizados por lo pequeño. Los aspavientos son administrados con teatralidad ideológica, casi folklórica. Las entrevistas del candidato para formar gobierno recuerdan a esos reproches que se hacían entre las tonadilleras que acudían y, las que no, a cantarle a Franco cuando eran invitadas a actuar en sus fiestas del Palacio del Pardo. Hay a quien, en Bélgica, le están haciendo los ojos lo que a Marujita Díaz, una mezcla de estrabismo, locura, juego o maldad. No digo picaresca porque es algo muy español con lo que no se identificaría nunca. Él se busca en la canción protesta, pero no conoce ni la célebre “Tiene que llover”.
Prepara Puigdemont su bata de cola para el debut mientras ejerce de ofendido por los años de oprobio. Lo lleva muy dentro y, a lo Miguel de Molina, tararea el “No te quiero/ no me quieras/ si tome lo diste/ yo na te pedí”. Esa canción sólo es un modo de justificarse ante los suyos y una treta para pedir más. Después de tanta incomprensión, de tener que huir de España, nunca imaginó que iba a ser la niña de sus ojos. Dicen que le están comprando como a las putas antiguas un abrigo de visón rasurado para que se sienta más señora cuando vuelva, pero ella quiere un vestido a lo Eugenia de Montijo con cacán y corona de emperadora, entre cursi y aflamencado. Para eso ha ido a Bélgica Yolanda Díaz, para encargarse del vestuario que tan bien se le da.
Puigdemont canta y canta aquello de ya se ocultó, la luna, luna lunera y se gira cuando llega el momento álgido de la copla que dice: “Por su curpa, curpita yo tengo/ negro negrito mi corazón” que es su manera de escenificar el amor tortuoso del que quiere y que no quiere a la vez. Ya le tienen puesto nombre al espectáculo, se llamará “De Waterloo al Corral de la Pacheca” y el único problema es encontrar a un Lauren Postigo. Los entendidos sentencian que Rufián no da la talla y le han invitado para que se sienta protagonista a cantar una canción de Joselito, Campanera, por ejemplo, que es muy lucida. Él se revuelve como siempre, diciendo con aire chulesco que la letra es fascista, que el “dile que pare la esa noria que va rodando, pregonando lo que quiere” no tiene un pase. Así, entre esas faldas a lo Quintero, León y Quiroga se está creando la nueva España de la progresía.
En las últimas elecciones todos perdimos y desde entonces no hacemos más que perder. Somos un tablao decadente.
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Gracias, Errejón