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España es el país europeo con un mayor porcentaje de población vacunada. En una Eurocopa seríamos campeones; en unos Juegos Olímpicos, medalla de plata, porque sólo Canadá nos adelanta por unos puntos. El 65% de los españoles mayores de 12 años cuenta con la pauta completa, y en algunas comunidades -Galicia, País Vasco y Asturias- ya se ha superado el 70%. No hay ninguna otra prioridad a nivel global que la vacunación, de ello depende la vida de las personas, el bienestar social y la recuperación económica. España va como una moto, pero su presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se sitúa entre los líderes europeos peor valorados por sus nacionales.
Julio ha batido el récord en creación de empleo: vamos a llegar a los 20 millones de afiliados en la Seguridad Social y varias comunidades han aportado un crecimiento del PIB anual de más del 20%.
España está que se sale, pero no hay una encuesta, a excepción de la que manipula Tezanos, que no le dé una victoria al PP de Pablo Casado. Con un poquito de Vox, gobernará con mayoría absoluta. España despega, pero no Sánchez. ¿Qué le pasa?
El presidente se encuentra sepultado en una sima de popularidad. Por su altivez, su estilismo superlativo, su falta de naturalidad y su escasa empatía -hay que ver cómo ha largado a algunos de sus ministros- o cae mal o se le tiene un odio venezolano, la derecha está con él como con Felipe González en sus últimos años de Gobierno, no le reconoce nada, ni que se esté vacunando como en ningún otro lugar en el mundo.
Si dejamos aparte el componente emocional y el terrible daño que le hizo la convivencia con Pablo Iglesias -y estos son los dos factores primordiales-, Sánchez cuenta con una oposición magistral por parte de los presidentes de las comunidades autónomas del PP. No es que Feijóo-Ayuso-Moreno sean una pinza, es que son una trituradora. En buena parte de la población ha calado que el Gobierno central racanea las vacunas a las comunidades y, además, las tiene depauperadas de dinero, cuando ocurre lo contrario: nunca han fluido tantos fondos hacia las autonomías, y el Estado se ha quedado con el déficit y la deuda, pero el relato imperante es el contrario. O eso o que todo se lo lleva Cataluña, el otro sumidero de popularidad de Sánchez. Una quemaera, diríamos por aquí.
Frente a éstos, los presidentes socialistas de las comunidades lo defienden poco, o le atacan con menos palabras, pero con más rabia. A pellizquitos. Su único aliado es el tiempo.
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