Bernardo Palomo

Esperando bajo la lluvia

La columna

04 de marzo 2015 - 01:00

ÚLTIMAMENTE, las columnas se me escriben solas; únicamente tengo que mirar a los lados y contemplar atónito las incongruencias que suceden a nuestro alrededor. Verán, mi sempiterna hipocondria me llevó el otro día a un centro de salud de esos que tienen urgencias y no es un simple dispensario. Hacía una mañana de perros, lloviznando y con un aire frío que casi invitaba a estar encamado. Cuando entraba, asustado hasta las trancas como iba, no me di cuenta de nada. Al salir, tranquilo porque se trataba de una crisis de ansiedad - a los hiponcondriacos, las crisis de ansiedad le entran frecuentemente para nadie hacerles caso - me dispuse a esperar el autobús en una marquesina con varias personas mayores que decían llevar allí bastante tiempo - una hasta me dijo, yo lo he visto entrar a usted -, aguantando impertérritas, bajo el persistente calabobos y el aire glacial que corría. Como tardaba en llegar, casi nos dio tiempo a entablar amistad, recuperado uno del síndrome hipocondriaco y lleno de esa euforia que te entra cuando sabes que de esa no te vas para el tanatorio derecho al horno. Pero el tiempo pasaba y el autobús no llegaba. Mucho después, algún buen observador que vio que aquellos abueletes y el enfermo que no lo estaba, no se encontraban refugiados del mal tiempo, nos dijo que aquella parada ya no estaba en servicio y que el autobús pasaba dos calles más abajo. En la parada no había indicación alguna que informase de tales cambios. Nadie había caído en la cuenta de que los usuarios de ella eran personas necesitadas y enfermos más o menos imaginarios. Alguien pensaría, con toda la razón del mundo, que esperando bajo la lluvia es una manera de fomentar la comunicación entre ese sector de la sociedad dependiente de especiales cuidados, que nos dirán en estos tiempos electorales que se avecinan.

stats