La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
La columna
UNO que en verano y en invierno e acuesta temprano, llevaba el viernes pasado, ya, un rato leyendo cuando una llamada me sacó de una historia sobre la faceta gastronómica del gran Leonardo. Pon la tele que vas a tener para varias columnas, me dicen. El canal cinco estaba "retransmitiendo" en directo una fenomenal pelea entre dos personajes, al parecer de esos famosotes que se pululan por la cadena inventada por Berlucosni -¡normal!- para torturar impenitentemente a los aburridos televidentes. Ella, en el plató, arremetía contra él, que entraba por teléfono. Barbaridades tras barbaridades entre los dos contendientes, por lo visto, recién separados. El extremo vocabulario no era normal en un medio televisivo - creo que, tampoco, en sitio alguno - a pesar de refugiarse en que se emitía en un horario sin niños. Vergonzoso - o peor todavía - de principio a fin. La batalla dialéctica entre la pareja era acompañada en el estudio por todo tipo de gestos, insultos y más barbaridades de los presentes contra el que hablaba por teléfono. Se pudo ver hasta una escenografía rocambolesca protagonizada por la famosilla, de rodillas y con las manos juntas en actitud de jurar, que no de orar. Uno no podía salir de su asombro. Los gritos dominaban la escena; la presentadora, tan vociferante como los demás, intentaba poner orden en un caos dialéctico que los que no teníamos mucha idea de qué iba aquello sólo pensábamos que se trataba de una gran bronca entre divorciados. Los problemas entre miembros de parejas disueltas eran escenificados y televisados de una manera absolutamente vergonzante. Esa cruel realidad que tiene lugar en muchos hogares se llevaba a la pantalla de forma esperpéntica, quizás con una justificación que se nos escapa. Se habla de programas basura; el adjetivo, esa noche, resultaba demasiado benévolo. La culpa no sólo era del canal que emitía tan disparatado programa. Yo me siento culpable por haberlo visto y tengo una deuda con mi conciencia.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón