Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
La esquina
Lo que ha hecho de Núñez Feijóo un ganador triste y de su victoria indiscutible en las urnas una derrota indiscutida en la investidura no es que le sacaran a pasear al final de la campaña su amistad antigua con un contrabandista gallego –luego narcotraficante– ni que rehuyera los debates. Ni que fuera de sobrado, henchido por el poder territorial y municipal acumulado el 28-M y anestesiado por una fe ciega en las encuestas, como si las elecciones generales fuesen un mero trámite.
A ver, todas estas cosas influyen, especialmente en las disputas electorales muy reñidas y polarizadas, en las que los bloques se presentan igualados y una parte importante del electorado duda sobre qué hacer, si votar o no y a quién. Pero no se engañen, Feijóo fracasó el domingo pasado porque no supo gestionar su triunfo de mayo ni interpretarlo. Se indigestó de éxito, reforzó su errónea creencia de que Pedro Sánchez es el mal sin mezcla de bien alguno (acabar con el sanchismo, ya saben) y se mostró dispuesto a cualquier cosa con tal de llegar a la Moncloa. Lo mismo que Pedro Sánchez con tal de permanecer en ella.
¿Principios? ¿Qué principios? Que gobierne la lista más votada. Su gran mantra como jefe de la minoría mayoritaria. Tardó un rato en desmontarlo. En Extremadura, justo donde le convenía al PP. Sus propias relaciones con Vox pretendían serlo a la carta, según circunstancias. Es lo que más afectó a la credibilidad del candidato popular. Como le afectaron sus inexactitudes, medias verdades y mentiras en el debate televisivo. Muchos pensaron que no es de fiar.
Insisto en la relación con la ultraderecha como elemento de debilitamiento de su candidatura. Esa relación no puede ser buena, mala y regular al mismo tiempo. Ahora el presidente de la Junta, Juanma Moreno, afea a Vox que ahuyente a familias conservadoras con su homofobia. A buenas horas. Lo mismo podría decir de su negacionismo climático, antifeminismo y xenofobia. Todos son motivos suficientes para no haber pactado con ellos en Valencia, Extremadura o Baleares y para comprometerse a no hacerlo en España, que no es lo que ha dejado claro Feijóo en ningún momento.
Las alianzas de PP con Vox y la constatación de lo que dicen y defienden los cargos públicos de Vox han tenido un doble efecto: asustar a los electores conservadores más moderados y movilizar a los electores socialistas más centristas y más indecisos. El miedo y el rechazo como motores.
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