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Crónica personal
Ni Gobierno de unidad ni Gobierno de amplia coalición, imposible con los dirigentes actuales; con un presidente del que no fían ni sus propios ministros.
Una salida es la judicial, que a lo mejor es la que acaba poniendo fin a una etapa que está resultando trágica por muchas razones, pero sobre todo por la ausencia de un Gobierno responsable, competente y que defienda a capa y espada la Constitución. Y otra fórmula que podría plantearse es un gobierno de salvación.
Se ha aplicado en circunstancias difíciles en países que atravesaban malos momentos a los que había que poner fin, en algunos casos momentos menos graves que los que está viviendo España. No sólo por la pésima gestión del coronavirus que puede acabar con varias decenas de miles de muertos cuando se conozca el número de fallecidos a que todavía no se han contabilizado. Sino porque además se necesita un Gobierno que sepa gestionar la inconmensurable crisis económica que se nos viene encima.
Un Gobierno que no presidan ni Sánchez ni Casado, para facilitar la posibilidad de un gran acuerdo de partidos constitucionales, aunque evidentemente tendrían que estar representados PSOE y PP. Con un presidente o una presidenta que podría ser una figura independiente de prestigio sobre la que hubiera consenso de que es una persona capaz para asumir la dirección de un equipo sólido. Un Gobierno de salvación que se marcaría de antemano un plazo para poner orden en el desorden y en la inseguridad actual, y a continuación convocara elecciones.
Es una idea factible si tuviéramos dirigentes políticos que velaran más por el futuro de los españoles que por sus propias ambiciones personales y políticas. Que no los tenemos, aunque sí los hubo en tiempos pasados y quizá alguno de ellos podría formar parte de ese proyecto para una situación de emergencia.
En una ocasión sucedió algo parecido en España, en la Transición -todo lo bueno ocurrió en la Transición, a ver si se enteran Sánchez e Iglesias, que abogan por la demolición de su recuerdo- cuando se llegó a un acuerdo en torno a Josep Tarradellas, que había pertenecido a ERC antes de la guerra, pero que aceptó presidir un gobierno en el que cabían todos los partidos que querían trabajar por Cataluña.
La fórmula del Gobierno de salvación la descartarán los dirigentes actuales… pero soñar no cuesta dinero.
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