Carmen Oteo

Guiñoles

Cuarto de muestras

No sé por qué se complican tanto la vida. Ya que recurren a la tele, lo más sencillo sería encerrarlos en Sálvame

09 de julio 2023 - 00:00

Lo aviso, para leer este artículo hay que tener unos añitos porque una ya tiene visión histórica y panorámica de las cosas de la vida. Después de comprobar que la campaña electoral no se dilucida ni con programas electorales (eso no fue nunca) ni con inútiles mítines desfasados (eso fue siempre) ni con promesas irrealizables (eso seguirá siendo toda la vida) sino hablando con hormigas de mentira y haciendo confidencias a una presentadora rosa, la imaginación se me ha desbocado.

Imagino a Sánchez diciendo que debates para qué, que donde hay que verse las caras es en El Corral de la Pacheca con Lauren Postigo. Nada de decorados a lo Verano Azul ni de pancartas gigantes. Hay que jugársela al todo o nada en un tablao. Dicen que su asesora de imagen es La Pantoja que sabe ir de víctima y pasear los escenarios mejor que nadie. Los del PP, que son muy cucos, han dicho que no, que eso de un corral es una vulgaridad, algo muy trasnochado y pretenden ir al programa de Iñigo en el que debutaron glorias del mundo artístico español como El Pary con su toro guapo de los botines. Lleva semanas de precampaña Nuñez Feijóo, sabedor de que la política es ilusionismo en todos los sentidos, intentando doblar una cuchara con el poder de su mente como Uri Geller. Yolanda Díaz es mucho más audaz y desprejuiciada, quiere ser entrevistada por Tamara Falcó, que con estos días de boda no hay quien cuente con ella, o por su madre, para demostrar que lo cursi es transversal y que cualquiera tiene derecho a serlo. Si no, irá a lo de Bertín. Está dándole vueltas a la cabeza para instituir un progresista cheque regalo a gastar en tiendas de ropa y peluquerías para jóvenes con inquietudes estilísticas. Se pagaría con un nuevo impuesto a los feos desaliñados para que los guapos tengan oportunidades y puedan lucirse. Abascal, ay Abascal, con su pinta de guarda de seguridad empistolado, quiere darse tono y profundidad y, por eso, ha pensado en El loco de la colina. Iría a decir estridencias y soportar silencios en su ambiente grandilocuente y denso de humos; cerrarían el programa El Risitas y El Peito, que entienden más de expresividad que cualquier asesor de imagen.

No sé por qué se complican tanto la vida. Ya que recurren a la tele, lo más sencillo sería encerrarlos en Sálvame, especializado en peleas y discusiones estériles. Qué otra cosa es una campaña electoral.

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