Francisco Correal

Ínclitos

Cuchillo sin filo

04 de julio 2016 - 01:00

LOS prejuicios son como las carreteras secundarias: funcionan en las dos direcciones y sin pérdida de puntos para los infractores. El sesgo ideológico se ha metido de tal forma en las entrañas del entendimiento que todo se ve a su trasluz. Muchos de los que han visitado Sevilla, la Persépolis de los termómetros en los telediarios, se habrán pasado alguna vez por La Raza o por La Carbonería. Dos establecimientos fundamentales en la intrahistoria de la ciudad que se han visto sacudidos por sendos pleitos de propiedades y arriendos.

Desde mi equidistancia ética y estética con ambos santuarios de la convivencia y los gratísimos recuerdos que me trasladan a uno y a otro, aquí no se trata de entrar en los pormenores jurídicos, una batalla que por lógica debe librarse en otros fueros más adecuados a la complejidad de los asuntos. Baste decir que en el caso de La Raza, restaurante situado en el pórtico del parque de María Luisa y lo que fue la Exposición Iberoamericana de 1929, el Ayuntamiento aduce la caducidad de la concesión administrativa mientras que sus propietarios piden una prórroga y proponen fórmulas para modernizar el anacronismo de la renta antigua.

El Ayuntamiento que presiona a La Raza se ha personado de forma oficiosa y solidaria para frenar la expiración del plazo de arrendamiento que La Carbonería ha recibido del propietario del inmueble, una sociedad vinculada al duque de Segorbe. La Junta de Andalucía ha iniciado los trámites para declarar el lugar Bien de Interés Cultural.

En La Raza se celebran bodas, comuniones y clientes de toda la vida reservan mesa para ver cada Domingo de Ramos a la hermandad de la Paz pasando por el parque. Debe su nombre, con las horas contadas en el caso de que prospere la finalización del contrato, a unos versos de Rubén Darío: ínclitas razas ubérrimas... La Carbonería es ágora alternativa de vanguardias, cantautores, transgresiones culturales, un lugar donde los candidatos socialistas se suelen reunir con los representantes locales de la cultura. En La Raza se celebra el tradicional almuerzo con los Reyes Magos. Si un día les rescinden el contrato, alguien debería colocar una placa que diga que allí trabajaron unos empresarios que denunciaron un intento de extorsión cuyas pruebas pusieron en marcha el sumario de las francachelas de Mercasevilla. En otro país les habrían hecho un homenaje. Aquí les dan una patada en el trasero.

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