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David Fernández
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Aflora la cristalización de nombres propios en estas postrimerías del mes de mayo. Como apuntara Joaquín Romero Murube a propósito de las jornadas señaladas, “para que todo sea singular en este día, comenzamos por romper la medida de las horas”. ¿Monitorizando “esa forma pura de la existencia que es el tiempo”? Y el tiempo -yuxtaposición sin rebozo de la experiencia- es una nomenclatura nada descabellada de suplencias cuando no pasa por alto -siquiera sea periodísticamente- la luz de la actualidad (que titila como un resplandor de nombres propios en letra negrita). El tiempo en Jerez volverá a latir -como en la cavilación lunar del trasfondo poético de Donald Davie- allí otrora los ciudadanos paseaban la rutinaria movilización de la sociedad. Esto es: el Gallo Azul y sus interjecciones sobrevenidas. El reloj del Gallo Azul es lucero de la intrahistoria jerezana. Al dictado de sus manecillas aconteció la crónica de “todo desasimiento material de la vida”, como así exclamara el poeta, para tematizar oficiosamente el devenir cotidiano de sus convecinos y el silbido intransferible de las esquinas del aire. Este reloj es sintomático y axiomático, como un péndulo incesante de las invaluables maneras de intimar. El jerezano intima con su tierra también al cobijo invicto del reloj del Gallo Azul.
Por esta razón se nos antoja digna de encomio la iniciativa de Bodegas Cayetano del Pino al punto de restaurar, conservar y poner en funcionamiento este emblema del tictac de la memoria de tan cristalina jerezanía. La alcaldesa María José García-Pelayo y el empresario Fulgencio Meseguer han sabido reverdecer esta necesidad que era como una asignatura pendiente en manos de nadie -como el último pasadizo de la vista gorda- sin examen de recuperación en los septiembres de los almanaques extraviados. Los tenientes de alcaldesa, Agustín Muñoz y Antonio Real, y la delegada de Urbanismo Belén de la Cuadra estuvieron presentes en la firma de dicho convenio. Sirva asimismo -tallando el tronco de madera de la justicia- este acuerdo como homenaje tácito a Aníbal González, José María Rivellot, Domingo de la Prida Álvarez y la familia Domecq. Bodegas Cayetano del Pino ha logrado así eliminar el grado de óxido gracias a la “oh, conjunción del fuego/ con su materia idónea”, al decir de un par de versos de Vicente Aleixandre. ¡Enhorabuena!
Cambio de tercio. Este pasado sábado noche expresé mis condolencias a la familia Zurita Bocarando. La muerte de la buena mujer que siempre fue -henchida de “vida plena”- Salud Martín nos asaltó prácticamente al alba. Muchísimas gracias a Juan Antonio Sánchez Galindo por trasladarme de inmediato tan triste noticia. Y a todos los cercanos cofrades de los Judíos de San Mateo que posteriormente optaron por la eficacia comunicacional de un WhatsApp. La institución cofradiera que preside Carlos Rivero está de luto. En el tanatorio compartimos Paco Zurita -nuestro delegado de Cultura-, hermano y amigo, y quien suscribe unas aleccionaras reflexiones sobre las enseñanzas ya inmortales de su querida madre. Paco echó los dientes a la existencia inmerso en una familia de profundas raíces cristianas -donde el imperio de la bondad y la nobleza, como Dios manda, era pan bendito de cada nuevo amanecer-. Su padre, Santiago Zurita -siempre proactivo-, tuvo por igual mucha culpa de ello. Salud, como paradoja coyuntural de su propio nombre, andaba pachucha. Los achaques de la edad cuyas trabazones no son remedo de nada. La sonrisa de Salud -ancha como las cumbres del amor maternal- irradiaba autenticidad. Y esa virtud de difícil impostación: cercanía. Una madre nunca preconiza mitos ni leyendas: sino manos de biberones que estampan protección y ternura desde las primigenias hazañas de la patria del hombre: la infancia. Rilke en estado de gracia. Con Salud se nos va también esa integrante de una de las estirpes cumbres del género humano: las abuelas. ¿Verdad que sí, Irene Zurita Bocarando?
Giro temático. Toda una gozada asistir a las ponencias del académico Luis Javier Gutiérrez. La solidez de la oratoria diáfana. En la Academia de San Dionisio abordó este pasado martes la indefensión de los mayores tras las últimas reformas legislativas. Lección magistral con musicalidad de prosa. Didáctica. Funcional. “Las últimas reformas legislativas que han tenido lugar, y muy especialmente la Ley 8/2021 de 2 de julio, por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica, han dejado al descubierto una situación de clara indefensión para las personas mayores en los ámbitos de la sucesión hereditaria, el Derecho de Familia y la responsabilidad patrimonial”. A resultas de lo cual el catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Jaén defendió la “indispensable construcción de una crítica normativa basada en la actual regulación alternativa en orden a obtener un marco de seguridad que, de forma efectiva, proteja los intereses de las personas mayores”. No es asunto baladí. Nadie pase por alto cuestiones como la sucesión hereditaria, la desheredación por maltrato psicológico, la legítima vidual y los sistemas de conmutación previstos en el Código Civil, las pensiones de alimentos entre parientes, el derecho de visita y comunicación que corresponde a los abuelos respecto a los nietos, la tutela de los derechos de personas mayores ingresadas en centros especiales… ¡Cuánto aprendimos en la sede social de la docta casa jerezana! ¿Sí o sí, Jesús Rodríguez?
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