Marco Antonio Velo
Jerez, 18 de diciembre de 1953
Jerez/Alfa: No cabe la menor duda del rotundo acierto del Consejo de la Unión de Hermandades a la hora de elegir pregonera. Era sumamente necesaria, por descontado, una mujer. Y que se llamara Lala Prieto. Era de extrema urgencia este mensaje tan rotundo. Tan henchido de certezas. Tan cristalino. Tan de pleno siglo XXI. Era de vital necesidad este Pregón. Para airear cuanto aún de trasnochado gravita en ciertas mentalidades arraigadas al Pleistoceno. La modernidad contiene todas las letras de la palabra integración. Y evolución. Y regeneración. Y comporta el máximo respeto por el amor en todas sus benditas variables. ¿Quién es nadie para prejuzgar a un tercero? Lala Prieto ha puesto voz a quienes no la poseen para luchar contra algún residual enroque machista que aún colea, que todavía subyace a las bravas, entre reflujos de antigualla con olor a naftalina. El texto -bellísimo además- que se expuso en Villamarta fue una liberación, una oxigenación, un trasvase de realidad, una adecuación al revisionismo del táctil código ético de toda sociedad civilizada y una defensa de la causa humana. Las cofradías, por viejas y sabias, no han de pecar de inactuales. Menos aún de represivas. Jamás de dogmáticas. A menudo confundimos el atún con el betún y el trasero con las cuatro témporas. El Pregón de Lala fue, como la canción de Víctor Manuel, un corazón tendido al sol. No se confesó a medias la pregonera, como el título de las memorias de César González-Ruano. Sí parecía impregnarse en mayor medida de la bienquista obra de José María Pemán: ‘Lo que María guardaba en su corazón’.
La hora de la mujer. Los niños. Evitar a toda costa dañar a los hijos de un mismo Dios. Vade retro a los extremismos. A los protagonismos omnímodos. Lagarto, lagarto a cuanto de machito y machismo prevalezca a matacaballo. Abrazar el derecho a la vida. Y a la orientación sexual del prójimo. La importancia de los gestos. La grandeza de los pequeños detalles. Apelar al perdón. Aludir al sentido del humor -ese signo de inteligencia-. Revestirse del santo hábito de la humildad. Actuar con determinismo en pro del hermano. Cruzar el Rubicón de lo obsoleto. Y arriba -¡siempre arriba!- las hermanas mayores y las mayordomas y las secretarias y las monaguillas. ¡Menudo zarandeo nos propinó nuestra pregonera! Sus postulados han de ser referenciales en lo sucesivo. Como un catón a la antigua usanza, como un trivium de sabiduría. Como un escrutinio del futuro. Huelga constatar -a las pruebas nos remitimos- la alta calidad literaria de un modo de escribir con pulso y púa y estilo propio. Ora proveniente del sello de los mejores guiones de Disney ora de la destreza musical de la prosa del padre Luis Coloma. Por no mencionar el latido terrestre -emocional, fieramente humanitario- de Miguel Delibes. Metáforas con perfume poético de Gerardo Diego. Praxis femenina de Anaïs Nin. La rebeldía de Eugenio Noel y la capacidad comunicacional de Angelita Yruela. Y, en paralelo, discreción a babor, otro hallazgo que a mí no me sorprendió ni de lejos ni de cerca -y perdonen la inmodestia-: el potencial pregonero -oratoria de cuerpo entero- que encarna Luis, el hermano de Lala. Pronto, de seguro, cualquier año de estos, veremos a este reputado abogado encima de las tablas del Teatro Villamarta presentado quizás -como un designio en forma de capicúa- por su hermana Eu. Ojalá. Todos, de nuevo, saldremos ganando.
Beta: Enviamos un fortísimo abrazo a quien -a no dudarlo- es cofrade muy querido -de Loreto y del Transporte-: José Manuel Prado Serrano. Un hombre de fe. Mariano por los cuatro costados. Perseverante. Padrazo. Esos días -y entiéndase la expresión- pasa por reparación de chapa y pintura. Un achuchón de salud y la burocracia de sus trámites para, muy pronto, quedar de nuevo como un roble. Más bonito que un san Luis. Y más sano que una verdad escrita con letras mayúsculas. Tocan días de lecho y resistencia. Junto a la maravillosa familia que forman su mujer Inma Pavón y su hijo Manuel Pablo. Todo saldrá a pedir de boca. Prado está tocado por los ángeles. Y este trance finalizará en un santiamén. En un visto y no visto. In ictu oculi. Los excelsos profesionales sanitarios se encargarán de ello. Y, de nuevo, todo será de color, como la canción de Lole y Manuel que también habla del Señor de los espacios infinitos. Y todo, en un pispás, será un bienmesabe en el paladar. Y todo volverá a su cauce. Como la calma -chicha- tras la tempestad. ¡Un abrazo fortísimo, Prado, y al toro!
Gamma: Hay que felicitar, sin más dilación, a los cofrades de Cuartillos. Presenciar esta cofradía, ya entrada la noche, desde la intimidad tan a oscuras de las aceras, ha supuesto una vivencia de veras reconfortante. Sobre todo por cómo la corporación aleccionó a tantísimos chiquillos embelesados ante semejante testimonio catequético: estos primeros nazarenos tan elegantes, unas Sagradas Imágenes Titulares que fueron doctrina de cercanía, la selección musical… Prefacios como éste reconfortan sobremanera. Y contribuyen a sostener la fugacidad del tiempo de vísperas. Ese que, como un gozo efímero, ya enseguida se transmuta en nostalgia.
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