Jerez: Teresa Díaz, Fernando Navales, salmón a la naranja, adverbios y epítetos

Este pasado miércoles fue presentado el I Encuentro de la Ciencia de Jerez.
Este pasado miércoles fue presentado el I Encuentro de la Ciencia de Jerez.

07 de junio 2024 - 02:02

Me invitan a una reunión de ribetes literarios que, al cabo, a tenor de la prórroga de su animosidad y del impepinable tiempo de descuento de su busilis, se prolonga -bon appetit- en almuerzo de pan mojar. Los contertulios son gente íntegra, felices según les depara la cotidianeidad, personas incapacitadas para regalar tres cuartos al pregonero: ni chusma ni selecta: amigos como los de la canción de Roberto Carlos que además cultivan la sencillez tan propugnada poéticamente por José María Pemán: no fanfarronean escupiendo barrabasadas por el colmillo ni conceden pábulo al autoengaño ni pierden minutos del tiempo propio -¡ese bien tan preciado!- en armar la de mazagatos como peleles del culto al yo. En este cónclave -nada bizantino- la cultura no es impostada y la carcajada, por el contrario, sí signo de agudeza. O sea, grosso modo, al dictado de los versos de Luis de Góngora: “El celestial humor recién cuajado/ que la almendra guardó, entre verde y seca,/ en blanca mimbre se le puso al lado/ y un copo, en verdes juncos, de manteca”. En efecto: humor -de timbrada comicidad- y manteca -como espuma de mar sobre la carne mechada- no faltaron. Ni el brindis que llevarnos al coleto. Con jerez, por descontado. Estábamos todos armados hasta los dientes de noticias frescas. De una montonera de novísimos títulos librescos a punto de parrilla. El timing oficioso, el orden del día, la escaleta… eran como un avispero sin índice al albur de las intervenciones por turno, ab initio, y del espontáneo uso de la palabra y los diálogos apenas cruzados minutos más tarde. Aquello enseguida adquirió tintes de tertulia sottovoce del laureado Gran Café Gijón.

Saltó a la palestra -como un turbión de actualidad- el penúltimo título -tan fluvial- de Juan Manuel de Prada. Quienes en nuestra juventud nos bebimos de un sorbo ‘Las máscaras del héroe’ -publicada hace más de veinticinco años- no podíamos por menos que aguardar con cierta inquisitiva impaciencia el regreso -como el hijo pródigo- de Fernando Navales y, mutatis mutandis, continuara este lisonjero seductor del Parnaso de las Letras su travesía -no precisamente en ámbito comarcano- bajo el dictado de una cierta bohemia de carácter oficialista. Y he aquí que el hito -colosal- se hizo. In principio erat verbum. El reencuentro de los lectores con el personaje de ficción -quien además se codea, a remolque de un costumbrismo a sotavento, con personalidades reales de nombres y apellidos- no ha sido en todo caso intempestivo. De Prada se ha vaciado de una tacada -catarsis saludable para quien ademas, de por sí, duerme a pierna suelta- en un tour de force de 1.600 páginas. Manuscritas de puño y letra y, acto seguido, pasadas a ordenador por el autor de sus días. Juan Manuel se ha retado a sí mismo. Y ha parido, aunque no precisamente en una horita corta, la gigantea de ‘Mil ojos esconde la noche’ (Espasa) cuya publicación cuajará dos tomos. El primero, subtitulado ‘La ciudad sin luz’, apenas lleva un par de semanas en el mercado editorial. A los contertulios que compartimos mesa y mantel nos apasiona este abordaje -sazonado de recreación- del París que acoge intelectuales -ninguno de poca monta- exiliados tras la Guerra Civil española.

Juan Manuel de Prada no crece como un autor irregular ni de mentirijillas. Su rendimiento siempre arranca -y se mantiene- a todo gas. A la quinta marcha. Así Henry Miller: una vez sentado a la máquina el autor de ‘Trópico de Cáncer’, como un felino del alfabeto, tecleaba con tal intensidad y pasión, concentrado, reconcentrado, casi con gimnasia de escritura automática de los surrealistas, durante horas sin obertura al respiro, que al cabo caía desmayado cuando aún los folios echaban humo de rozadura mecanográfica. Todo escritor de fuste liga terminologías a renglón seguido. Ya quiso poetizarlo Luis Eduardo Aute: “La palabra nombra,/ separa, discrimina, parcela/ el canto único y universal/ de lo indivisible.”

Los lectores podrán deleitarse con el talento narrativo -de largo recorrido- de Juan Manuel y a su vez con una colosal documentación subyacente. Entre adverbios y epítetos, degustamos salmón a la naranja. Otros escritores descienden a las referencias de quienes nos pronunciamos “como una voz sin nombre”, por expresarlo con verso de Juan Ramón Jiménez: Martin Amis, Juan Benet, Álvaro Cunqueiro, Roberto Bolaño… Alguien aborda la métrica cuántica y la métrica silábica. Sin embargo una buena nueva -nada ficcional- alcanza el cubículo insomne del WhatsApp: ¡Eureka! El teniente de alcaldesa Antonio Real, el delegado de Educación José Ángel Aparicio y la delegada de Inclusión Social Yéssika Quintero, junto a la presidenta de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de Jerez Teresa Díaz Sánchez, y las investigadoras Macarena Fernández, Alejandra Guerra y Mercedes Nieves-Morión han presentado el I Encuentro de la Ciencia de Jerez, que, bajo el título ‘Nuevos caminos contra el cáncer’, va a tener lugar el próximo día 8 de octubre en los Museos de la Atalaya. Este evento reunirá a 10 prestigiosos científicos -8 de ellos jerezanos- que trabajan en distintos laboratorios tanto de España como de Estados Unidos. Darán a conocer el cómo, el qué y el porqué de sus investigaciones. No cabe mejor titular para los postres de nuestra animadísima velada: iniciativas de tal magnitud merecen alzar la copa de Néctar Pedro Ximénez

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