El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
No hay que apelar al segundo vagido de la Revolución Francesa. Ni al expurgo de la ninfa Dafne. Ni al gorigori atemporal de la Revolución Industrial. Ni a las frases lacónicas de ‘El principito’. Ni a la descomunal obra ‘La peste’ de Albert Camus. Ni a la paranomasia como figura retórica. Ni a la rima gemela de las memorias autorizadas de Adolfo Marsillach. Ni al romancero de los cómicos de la legua. Ni a los tóxicos de la lengua (ahora sí con ene). Ni a Escapín en ninguna comedia dell’arte. Ni a las tres cruces y tres caídas del vía-crucis de Ramón Cué en editorial Castillejo.
La cosa es sencilla como el coser y cantar de las instrucciones de nuestras abuelas. No se precisa de la física cuántica ni de la doctrina senequista. Dejemos a Epicuro para la ataraxia y concedamos el pragmatismo a los capítulos cofradieros. Los cofrades de la ciudad han demostrado con creces su valía -su enrolamiento social- durante el largo y no precisamente cálido confinamiento. Entonces al buen callar llaman Sancho y, silentes, los cofrades saltaron a la calle -previa atención a las estrictas normas sanitarias- para ayudar al prójimo. Haz el bien y no mires a quién. Ya lo escribió León Felipe en su poema ‘El centauro’: “Nuestra sangre/ como nuestro sudor/ vinieron a correr juntos”.
A pitón pasado del confinamiento, y en el aguardo a puerta gayola del pimpampum de la nueva normalidad -que no es vocablo del argot cheli-, los cofrades han sabido supurar la virtud de la resiliencia como camaleónico poder omnímodo capaz de abrocharle la voz al mismísimo Messala moribundo tras las carreras de cuádrigas en ‘Ben-Hur’.
Lo dice Juan Luis Vázquez, Hermano Mayor del Consuelo, con acierto rotundo: los cofrades demuestran sin ambages su permanente capacidad de adaptación. Socialmente han dado el todo por el todo -siguen martilleando tonos de solidaridad en la fragua caliente de cada día- sin recibir medio centavo a cambio. A menudo ni la verbalización de la gratitud, que es ademán gratis y no gratuito. La del cofrade no es la autobiografía de un nómada pero sí la de un guerrero en pro de las enseñanzas evangélicas.
¿Se ha revalorizado la imagen de los cofrades ante determinados sectores de suyo refractarios para con todo cuanto muevan y promuevan estas gloriosas tradiciones? Depende. En la sociedad postpandémica aún colean demasiados cazurros encerrados en las visión constreñida que le recorta aún más su ya de por sí estrecho alcance de miras. Algunos Pepe Leches, primos secretos de Rompetechos, siguen matando moscas a cañonazos. A Dios gracias son los menos.
Los cofrades han sabido ser y han sabido estar. Por decirlo con título de libro de Montse Solé. Aquí nadie se ha vendido por cuatro perras chicas. Todo gratis et amore al solano de la luz divina. Esta intachable predisposición debe prevalecer en la ahora recién abierta precampaña a la presidencia del Consejo de la Unión de Hermandades. Los tres candidatos que han confirmado dicha intencionalidad han de mostrar la máxima elegancia conductual, exigencia extensible a todos cuantos de alguna forma rodeen y aplaudan cada candidatura. Lo contrario sería confundir churras con merinas y traseros con cuatro témporas.
Viene esto a colación por la viralizada navegación que, con velocidad de crucero, zarpó este pasado viernes, de WhatsApp a WhatsApp, en torno a los listados de miembros consejeros que cada uno de los tres presidenciables llevan como respectivos equipos de trabajo. Bulos -parciales en un caso y totales en otro- muy al margen -y sí a bocajarro- de la valiente decisión tomada por José Luis Sánchez López ‘Chapa’, José Manuel García Cordero ‘Nene’ y Antonio Yesa Ruiz. Es lástima que los anónimos, los seudónimos y los homónimos (sin identidad), agazapados tras la trinchera de la cobardía, jueguen a la gracieta y al embuste con asuntos tan serios. ¡Un respeto para estos señores!
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