Jerez: tertulia cofradiera, Estella y la cultura del ajo campero

La buena gente del Club Ciclista Estella Bike, este pasado sábado, en la jornada dedicada al ajo campero.
La buena gente del Club Ciclista Estella Bike, este pasado sábado, en la jornada dedicada al ajo campero.

13 de noviembre 2023 - 06:00

Alfa: Asisto este pasado viernes día 10 a la segunda mesa redonda incluida en el ciclo ‘Otoño cofrade’ cuya iniciativa parte del Consejo de la Unión de Hermandades. Este tipo de propuestas de carácter formativo no tiene desperdicio si la temática elegida -tal es el caso, of course- aborda cuestiones de crepitante actualidad. De crujiente actualidad. De nutriente actualidad. Lo contrario sería desempolvar la nada con el plumero del anacronismo. O vegetar sobre anaqueles repetitivos. O lanzar un brindis al sol. O manufacturar castillos de arena. O encaramarse a una torre de naipes. Como diría Super Ratón de Terrytoons, “hay que vitaminarse y mineralizarse”. Las instituciones cofradieras -pongamos que hablo de las hermandades- están abocadas al fracaso -al ocaso, al acaso- si optan por la acomodaticia franela de lo manido. Los esquemas de antaño no necesariamente se adecuan a los de hogaño.

Contrariamente a la infundada coletilla, no todo está inventado en el ámbito cofradiero. Si ahuyentamos la originalidad, podemos caer en el timo de la estampita. O en la atmósfera del Pleistoceno. Nuestra sociedad -como la ciencia- avanza que es una barbaridad y los tiempos muertos sólo aventajan a los entrenadores de baloncesto. Las cofradías -siempre conservando su quintaesencia-, aunque peinen pelo cano, no pueden pecar de casposas. Esto sería apostar por el inmovilismo del autoengaño. Vitaminarse y mineralizarse, sí. Como la oxigenación del futuro. Lo que traducido resulta: modernizarse acorde a los pliegos y a los tientos de la modernidad. El mundo de las cofradías precisa a veces de cierto zarandeo incluso conceptual. Este ciclo ‘Otoño cofrade’ apuesta doble contra sencillo a favor del análisis a la orden del día. Conversando. Contrastando. Los datos y las experiencias encima del tapete. Para evitar cuanto Agustín Rivera podría denominar como el porvenir de la ficción. O Marcelo Birmajer como la mascarada.

Todo -incluso las incursiones en aquello que Paco Umbral definía como “lo porvenirista”- puede debatirse a través del diálogo y de la palabra. Ya aseveró José de Monfort que “no se nos puede olvidar que somos seres lingüísticos”. El contenido de dicha mesa redonda -en esta ocasión versó sobre el cómo, el porqué y el para qué de las coronaciones canónicas- pudo y puede seguirse -y visionarse- a través de las redes sociales del Consejo de Cofradías. David Puerto moderó con soltura una tertulia ajustada al canon del formato. El “momentazo” sobrevino según el emocionado testimonio personal de Sebastián Romero. Y de la vivencia íntima con su recordado padre, Antonio Romero Rodríguez, quien falleciera hace ahora ya diez años. A Sebastián se le quebró la voz al rememorar cuanto sucediera a las seis de la mañana, en el domicilio de su progenitor, aquel luminoso día de la Coronación Canónica de la Virgen del Valle. Les remito al Facebook del Consejo. Y comprobarán, de primera mano, otro éxito -sociocultural- de la institución con sede social en calle Curtidores.

Beta: Los jerezanos no permanecemos -al desgaire- allí donde Cristo dio las tres voces en cuanto a la gastronomía típica de la zona. Aquí -cuando de pan mojar se trata- no sufrimos el suplicio de Tántalo. Aunque lo mande -con rectitud de tiralíneas- el sursuncorda. O el sastre del Campillo. O la mano derecha de Atila, rey de los Hunos. Al fin y al cabo, como ya nos desvelara César Alcalá -voz autorizada en la materia- Atila, además de aparentón, era más inepto de cuanto recochineara y además de suyo enano, corto de estatura física, en tanto apenas medía un metro de altura (de hecho, siempre escoltado, tenían hasta que ayudarle a subir al caballo)-. Las falsas apariencias. No así los jerezanos para con nuestras recetas más o menos tradicionales. Por ejemplo el ajo. El ajo campero. El ajo de Jerez de la ruta de las ventas. Al calor de familia y amigos. No hallamos intimidad más pública. Ni placer más lindero al júbilo (desgajado de cualquier fanfarria). Cucharón y paso atrás. Espolvoreo de huevo duro en el centro del ruedo de una cazuela que arde -alta temperatura- como Troya bajo la coalición de ejércitos aqueos.

El sabor nos encandila como un bálsamo versus clima gélido. Ande yo caliente, ríase la gente (con otros platos de pitiminí). Delicia culinaria a módico precio. Siempre regado -a coleto- por un buen mosto de la tierra. Manjar que no escurre el bulto. La cazuela, ya digo, exige un bis. El auditorio -de buen comer- así lo establece. Taquitos de jamón en la techumbre. O chorizo picadito. Rábano al costadillo. Ovación atronadora. Reciente de majador. La sal justa. Sin pasarse. Sopa a la andaluza: si cuajó muy densa… se tira de agua. Botafumeiro para el paladar. Los jerezanos removeremos Roma con Santiago el aciago día que el sistema -las novelerías de nuevo cuño, el aquelarre de la robotización social- retire de la circulación la costumbre -su salubridad- del ajo como Dios manda. Entonces repetiremos -como repite la morcilla su sabor a la boca- la exigencia de un pronto rescate. El ajo campero es cultura. Y por esta motivación Estella del Marqués celebró antier sábado el “II Día del Ajo Campero y del Mosto”. Hervidero de sabrosura fue su Plaza San Miguel. Allí estuvimos a pie de obra. Más contentos -todos los congregados- que unas castañuelas. Gente de bien, intensa y pura, como las cartas bocarriba -sin trampas ni cartón- de un plato de butifarra…

stats