Eduardo Osborne

Jirones de España

Paisaje urbano

Con su apuesta, los socialistas abandonan las aguas más tranquilas del constitucionalismo moderado

18 de diciembre 2019 - 01:40

Desde que ni cuarenta y ocho horas después de las elecciones del 10-N el presidente Sánchez corriera a abrazarse con Pablo Iglesias para tapar sus respectivas vergüenzas (representadas en el millón y medio de votos perdidos entre los dos), la suerte de esta desdichada legislatura que ni siquiera ha comenzado ya estaba echada, y ni la animosidad de Arrimadas ni las buenas intenciones de Casado pueden hacer mucho por cambiarla. Al contrario de lo que repite el buenismo opinante, hace bien el PP en no caer en la tentación de ofrecerle la abstención a Sánchez, a quien nada debe, y que sólo sería utilizada como tabla de salvación ante un hipotético fracaso en sus negociaciones con los independentistas. Fue él solito el que decidió jugar ese partido con Iceta de centrocampista y él quien está obligado a terminarlo, y que cada palo aguante su vela.

Con su apuesta, los socialistas (en general, pues no parece haber debate alguno dentro, aunque sólo sea para explorar otras vías) abandonan las aguas más tranquilas del constitucionalismo moderado, el que se centra en el autonomismo solidario, para adentrarse en ese mar turbulento de la España plurinacional, la nación de naciones y demás conceptos ininteligibles que bordean el texto constitucional para llevarnos sin que nos demos demasiada cuenta a la orilla nacionalista, o lo que es lo mismo, a una nueva configuración del Estado donde queden definitivamente reforzados los nacionalismos ricos (que cada vez lo serán más, como acaba de recordarnos Piketty sin que nadie se haya dado por aludido) ante el creciente centralismo aglutinador de Madrid, para que los demás sigamos haciendo de palmeros, que es al cabo el papel que al parecer tenemos asignado.

Durante el congreso del PSC del pasado fin de semana, delante de la vicepresidenta (andaluza) del Gobierno, Iceta destacó hasta ocho naciones dentro de España, entre las cuales estaba Andalucía. No será para tanto, cuando al día siguiente el Gobierno interviene la autonomía y le impide financiarse en el mercado. ¿Serán tan rigurosos con el déficit de otros territorios más afines, sean nacionalidades, regiones o mediopensionistas? Más que de naciones, lo que vamos camino de convertirnos es en un país de retazos, cada uno a su aire, como jirones de un traje deshilachado por la ambición desmedida de unos, el oportunismo de otros y el desinterés del resto.

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