La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Su propio afán
Por razones circunstanciales y de fair play, estoy echando la campaña electoral sin escribir artículos políticos. Está siendo duro, pero no por no hablar de política, sino porque ustedes no están echando de menos mis análisis de actualidad. No sé cómo se orientan. Y todavía peor: me celebran más que nunca las columnas que hablan de otras cosas: libros, paisajes, anécdotas, nostalgias…
Me consuelo pensando que no es nada personal. Sino que hay mucha opinión política por todas partes, y un respiro lo agradecen.
De pronto, sin embargo, mi resignación apolítica se vuelve gozo apolíneo. Hoy, en circunstancias normales, tendría que escribir mi artículo sobre el debate de anoche. Lo que ocurra allí será decisivo para la campaña tanto por la ausencia como por las presencias. Esta actualidad mandaría, pero –gracias a mis razones personales– la realidad no manda un pimiento.
Y eso hace que esté ahora escribiendo este artículo a media tarde. Angloandaluz, practico sucesivamente la siesta de las cuatro, el té de las cinco y el artículo pemaniano (otro angloandaluz) de las seis. Si tocase artículo político, tendría que ser sobre el debate, de manera que me estaría toda la tarde mano sobre mano, nervioso y casándrico, y luego tendría que ver el debate y teclear simultáneamente, con la espada de Damocles del minutero de la hora del cierre de la redacción sobre mi cabeza. El segundero –tic-tac– y las teclas del ordenador –toc-toc– tendrían que latir –tic-toc-tac-toc– al unísono. Un estrés.
Escribo tranquilo y tranquilo veré el debate y más tranquilo habré mandado el artículo dos o tres horas antes, permitiendo que lo maqueten también tranquilamente. Cuánta tranquilidad.
Lejos de mí hablar pestes de los políticos sin distinguir entre ellos u obviar la importancia de la política en la vida de las personas y para el futuro de la nación. Mi comodidad jamás me hará proferir esas condenas perezosas. Sin embargo, ya que las cosas se han dado así, me encuentro con mi artículo escrito ya, ea, hecho de pasotismo y sonrisa, con media tarde libre para leer en el jardín, con el debate por ver como si fuese un ciudadano normal en vez de un articulista y, last but not least, con el gustazo de leer esta mañana los comentarios de todos mis colegas, sabiendo, de reojo, que los pobres pasaron una tarde-noche muy mala. Y aún así sus juicios serán apasionantes y perspicaces. No echaremos de menos el mío.
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