El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Ajeno al ruido, el arte se expresa sin voz, con un lenguaje más rico que el de las palabras. No hay medio de comunicación más poderoso que el que cautiva en silencio. Un cuadro o una escultura sólo precisan ser observados y, como aprobación, una sonrisa o un suspiro lo dicen todo. Porque las emociones se viven sin dar explicaciones y el artista sabe muy bien que su obra cautivará si lanza un mensaje directo, que penetre a través del iris de quien la contempla y así poder interactuar con un diálogo fecundo. Siguiendo al pie de la letra esos cánones, José Hinojo destaca como un maestro de elocuencia artística, con un discurso políglota, multidisciplinar y cosmopolita, capaz de poner voces a todos los seres que habitan sus creaciones. Nadie calla, todos otorgan.
Al observar cualquier obra de este polifacético artista gaditano, caes en la cuenta de la ingente labor que desarrollan sus manos. Ellas hablan por él, delatan la riqueza descriptiva que le caracteriza y, por tanto, un esfuerzo descomunal, tanto físico como intelectual. Ves un muñeco distinto a los trescientos que conforman una misma composición, ya sean hechos de cartón, lata o hierro forjado, todos tienen un ADN que les diferencia. Salta a la vista el arduo trabajo que Hinojo Velázquez desarrolla hasta límites de extenuación. Inasequible al desaliento, pese a la complejidad que encierran las múltiples acciones, ninguna de sus figuras o formas se repiten, la diversidad es seña de identidad del autor. Así, en un colchón de muelles antiguo, el artista genera un enjambre humano. A todos les da descanso, pero él permanece activo, sus manos no interrumpen el febril proceso creativo.
El vigor que ofrecen las obras de José Hinojo no está en consonancia con la delgada complexión física que le define, ni con la restauración, más propia de Hércules, que lleva a cabo en el Molino de las Montañas (Siglo XVI), morada, taller y museo en ciernes, próximo a su Prado del Rey natal (1958), en cuya rotonda de entrada ha erigido como legado para la posteridad el colosal ‘Canto o Grito al Amor’, imponente creación tubular de casi 10 toneladas de hierro, esculpidas cual misterio de alquimista ‘herculiano’. Este incombustible creador andaluz, que hasta el día 23 abril expone en el Espacio Cultural pradense que lleva su nombre, recoge del campo los restos de un arado, e incluso de un tractor de la posguerra, para darles otra vida útil en una obra que tocará el cielo. Ahí reside el factor sorpresa de sus creaciones monumentales, en manifiesta oposición con el simplismo ordinario que hoy en día vulgariza el Arte.
Humilde donde los haya, Hinojo describe con sencillez su metodología: “Me gusta la representación figurativa, la manualidad y destreza con las manos, jugar con la materia, dar porrazos, romper, cortar, pegar, deshacer y volver a rehacer otra vez. Un artista debe ofrecer su vida entera, realizándose a través de la materia y del misticismo, porque todo nace del espíritu. Llegar muy lejos no es llegar a ningún sitio concreto. Creo que lo realmente valioso es encontrarse a sí mismo, o comprender el lenguaje de la oscuridad y poder transmitirlo a la luz”. Quizá Hinojo sea un artista extraterrestre. Pero, cuánta belleza se fabrica en otros mundos que están en éste…
(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue editor jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como jefe de prensa del Circuito de Jerez.
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