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Cuando daba mis primeros pasos en esto del flamenco, sobre todo en lo que es seguir la información y cubrir como profesional sus eventos, me topé muy pronto con uno de esos ‘caballeros de las peñas’, una especie en extinción. Como ocurría con otro grande que se nos fue y al que también admiraba, mi querido Ángel Morán, Julián Azcutia siempre se mostró como un punto de apoyo.
Era sólo levantar el teléfono y allí estaba él o en su defecto los hermanos Luis y Ali de la Tota para abrirme las puertas de su peña, el Centro Cultural Flamenco Don Antonio Chacón, por la que sentía especial predilección. Ya fuese para grabar un vídeo, para hacer una ruta o charla flamenca con un grupo de foráneos e incluso para que un colegio entero llenase las sillas de eneas. Él siempre estaba allí.
Por todo eso, su pérdida, sufrida el pasado viernes, nos deja sin otro de esos señores del flamenco de Jerez, aficionados de verdad, y personas que este tipo de entidades necesitan, simple y llanamente porque su única labor es trabajar por y para el flamenco, sin querer nada a cambio, y además, estando siempre en un segundo plano.
Consiguió recuperar a la entidad durante el tiempo que presidió la misma, un cargo que conjugó con otro en la Federación Local de Peñas. En su haber quedará aquel inolvidable e histórico ciclo de 2008 en el consiguió reunir a tres leyendas del cante de Jerez, Manuel Valencia ‘Diamante Negro’ (q.e.p.d), Fernando Gálvez (q.e.p.d) y Romerito de Jerez.
En el caso de los dos primeros, su presencia en Jerez suponía romper con años alejados de los escenarios en su tierra, un acontecimiento que, los que tuvimos la suerte de vivirlo, quedó marcado en nuestro recuerdo para siempre.
Por todo ello, por su señorío, por su exquisitez en el trato y por su caballerosidad he querido recordar a Julián Azcutia, al que personalmente siempre recordaré. Descansa en paz.
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