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El partido de Carles Puigdemont, Junts per Catalunya, ha anunciado que el próximo miércoles votará en contra de los tres primeros decretos importantes del Gobierno de coalición. Uno de ellos contiene las medidas anticrisis y del otro depende la recepción de 10.000 millones de los fondos europeos. Al primer tapón, zurrapa.
En la primera ocasión que se ha presentado, el nuevo amigo indepe de Pedro Sánchez revela su naturaleza voluble y chantajista, y el propio Pedro Sánchez, la fragilidad de la mayoría parlamentaria que lo invistió. Lo más probable es que este escollo inicial se salve –hasta el miércoles hay tiempo de sobra–, pero hay que preguntarse a costa de qué nueva concesión y constatar la incertidumbre de una legislatura cargada de tensiones, sobresaltos y negociaciones continuas y extenuantes.
Se dan todas las condiciones objetivas para este augurio de inestabilidad y flaqueza. Uno, la coalición misma que gobierna ya no está integrada por dos partidos como la anterior (PSOE y Unidas Podemos), sino por PSOE y varios grupos más (Sumar, Más País, En Comú Podem, Compromís...). A mayor dispersión, más dificultad para llegar a acuerdos y más encaje de bolillos. Dos, cinco diputados que antes estaban dentro del Gobierno, los de Podemos, se han salido de la mayoría y ahora funcionan autónomamente (y con vocación crítica hacia PSOE y Sumar). Tres, los aliados también han crecido en número: PNV, Bildu, ERC, Junts, BNG y Coalición Canaria. Mientras más gente haya que contentar, más difícil será conseguirlo. Cuatro, y más importante, son tan plurales y variopintos que será imposible en muchos casos pactar cosas que tengan un sentido ideológico, que son casi todas las que definen una acción política. ¿Cómo van a apoyar la misma ley de vivienda la pareja Bildu-Podemos que la pareja Junts-PNV? Cinco, algunos de los aliados de ocasión de Sánchez compiten entre sí siempre y lo harán de modo decisivo-electoral a corto y medio plazo (País Vasco y Cataluña), lo que les llevará a rivalizar ante sus ciudadanos por demostrar quién se lleva el gato al agua, es decir, quién saca más del necesitado Gobierno central.
En fin, la llamada mayoría progresista no es progresista y es mayoría cogida con pinzas, heterogénea y frágil. Tampoco es un Frente Popular resucitado. En todo caso, Frente AntiPopular: lo único que les une es su oposición a que gobierne el PP. Ahora bien, ese es un vínculo fortísimo. Durará.
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