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Hace unos días, en las páginas del Diario de Sevilla, publicaba el historiador Francisco Núñez Roldán un razonado artículo titulado Sapiens, videns, ludens, del que resaltaba la frase siguiente: "El drama cultural tiene que ver con la capacidad del ordenador y del móvil para liberar a los adolescentes y a los jóvenes de la realidad que les rodea…". Al compartirlo en las redes sociales, yo añadía su continuación: "…siempre compleja y dura, y ofrecerles vivir en otra: alternativa, gozosa e inexistente." Es curioso observar que estos mismos calificativos pueden predicarse de las drogas que ofrecen la evasión de la realidad circundante.
Lo cierto es que en el mundo desarrollado, en el que muchos estamos instalados de forma cómoda e inconsciente, está teniendo lugar una invasión consentida, que transforma de forma inusitadamente acelerada nuestra forma de vivir y hasta los cimientos de nuestra sociedad, con el riesgo de arrasar valores que han necesitado muchos siglos para asentarse en ella. Hablo de la libertad de pensamiento, de la justicia, de la solidaridad… Imaginamos amenazas en las fronteras físicas con las que rechazamos a los parias de la tierra que buscan una vida mejor y, por el contrario, observamos impávidos cómo nuestras mentes son invadidas por un ejército tecnológico, sin alma y perfectamente entrenado, armado con las más sofisticadas herramientas de la mercadotecnia, al que abrimos de par en par las puertas para que, cual moderno caballo de Troya, nos conquiste aprovechando los puntos más vulnerables de la fortaleza: los adolescentes y jóvenes.
Se está perfeccionando ante nuestros ojos un proceso de alienación, cuyo primer objetivo son los más jóvenes, que conlleva riesgo extremo de ruptura de vínculos con las generaciones anteriores. No es alentador el panorama de tantos de ellos encerrados en sus habitaciones, abriendo como únicas ventanas las de sus dispositivos electrónicos que ofrecen videojuegos o las últimas novedades de productos diseñados, no para satisfacer una necesidad o un gusto espontáneo, sino para crear una dependencia consumista. Precisamente en los espacios de libertad que una red social ofrece, Rocío inserta una cita de Lorca alentadora, que alienta esperanzas: "Tenía frío y no pidió fuego, tenía terrible sed y no pidió agua; pedía libros, es decir, horizontes, es decir escaleras, para subir la cuesta del espíritu y del corazón".
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