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Una gran obra literaria está creciendo y dando frutos, mejores cada año, entre las modestas paredes de un pueblo de la costa en la baja Andalucía. No es una obra que base su valor en haber descubierto un territorio mítico sacado a relucir, gracias a la voluntad estilística de su autor, para convertirlo en santuario de peregrinaciones literarias. Socorrido fenómeno que, en España, tuvo muchos seguidores en el siglo pasado. Por fortuna, no es este el motivo por el que se acude ahora a este autor, porque no hay, en su ya amplia obra, guiño alguno a ningún costumbrismo local, ni ha mostrado intención de extraer del olvido testimonios antropológicos ni lingüísticos de su viejo rincón nativo. Tampoco es la suya la figura, a veces pintoresca, del escritor de provincias, al que una cierta falta de audacia obliga a limitar su vida profesional a contar los cuatro conflictos sociales de su más próxima geografía. No, el motivo por el que, en este caso, se quiere elogiar a Felipe Benítez Reyes, es otro. Porque en su decisión voluntaria, mantenida ya tantos años, de permanecer en Rota, para vivir, leer y escribir, supone una apuesta tan discreta como ejemplar. No la ha pregonado como un desafío, pero conlleva, sin airearlo, una ruptura natural con el viejo patrón que se había forjado alrededor de los literatos andaluces. Si estos querían obtener justificado renombre, su ambición les exigía buscar el ruido de las capitales para que su buena literatura pudiera apreciarse. Si no, a lo más, te quedabas como ese raro poeta que se alimentaba de alguna que otra lectura en un apagado ateneo. Por eso, la próxima publicación de su libro, La ocasión y el homenaje, Premio Iberoamaricano de Poesía Hermanos Machado (Fund. José Manuel Lara), se presta no a comentar obra tan valiosa como asentada –porque no es este el espacio– pero sí a insistir en este reto y en este logro, pocas veces señalado, de cómo ya la buena literatura se abre paso por sí misma, incluso al margen del ruido de la tentadora capital. Este sabio ejemplo personal, este retiro entre modesto, escéptico y algo arrogante, ante las glorias del mundo, debiera ser conocido porque ilustra una opción que puede ser cada vez más frecuentada en la sociabilidad literaria andaluza. Insistiendo en que este retraimiento exige y obliga, como contrapartida, a estar totalmente al día de cuanto ocurre y se edita en el exterior. Es decir, hay que convertir este refugio no en un rincón para la indolencia, sino en un abierto mirador al mundo, tal como ha hecho Felipe Benítez Reyes.
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