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la resaca
¿SE acuerdan ustedes de una goleada tan grande a favor del Xerez? Esto que este les escribe, no. Me cuentan los compañeros del Diario que en tiempos de Lucas Alcaraz, se le ganó al Ciudad de Murcia 2-6. En ambas ocasiones, fuera de Chapín. ¡Lástima no poderlo haber disfrutado aquí! Pero, bueno, bienvenido sea tan buen resultado que, a pesar de los pesares, encadena una racha que, ¡por fin!, hace mirar hacia arriba. ¡Quién lo iba a decir viendo lo que hemos visto! Claro que lo que hemos visto hasta ahora no ha sido nada más que lo que nos ha ofrecido un equipo con pocas ideas, muchas veces a la deriva, pobre mentalmente y más aburrido que un partido de cricket. Por eso, el 1-5 de Alicante, más que lo abultado del resultado que, no cabe duda, es importante para despejar fantasmas anímicos y darse cuenta que se puede ganar sin excesiva dificultad, siempre que el equipo no se sea rácano, como hasta ahora; que no se venga abajo al menor revés, como hasta ahora; que los jugadores no sean hermanitas de la caridad, como hasta ahora; y que se tire a puerta, no como hasta ahora; puede servir, sobre todo, para que el Xerez se lo crea y no como hasta el domingo por la mañana.
El aficionado siempre ha querido pensar que el equipo no podía ser tan malo como demostraba el juego tan ramplón y descorazonador como se ha visto en el campo, sobre todo, en el de Chapín. El Xerez estaba necesitado de un triunfo así, de un resultado satisfactorio que convenciera a unos jugadores que debían estar pesarosos de no saber manifestar lo que, seguramente, podían dar de sí. El entrenador también habrá respirado un poco; éste, probablemente, con más fuerza y satisfacción; por la victoria contundente de un equipo con jugadores que sustituían a demasiados lesionados, lo que le habrá permitido comprobar posibilidades futbolísticas de unos y de otros; también, ¿por qué no? -somos humanos- por haberle ganado al equipo donde entrenó, al que subió a 1ª y de donde se vino antes de tiempo.
Por tanto, mañana jubilosa. ¡Qué lejos está Alicante para haberlo disfrutado en directo, con las tardes plúmbeas que hemos soportado en un Chapín anhelante! Ahora, aún mirando para arriba y viendo la cercanía de los que nos preceden, esos a los que se les ofrece la oportunidad final de competir por algo mejor, no es tiempo de ilusionarse con quimeras; es el momento de asentarse y ofrecer al aficionado la imagen -al menos, algo de ella- que se da fuera de un Chapín adormecido.
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