El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Tribuna libre
Jerez/SI pienso en un interlocutor entre los viñistas y los bodegueros, siempre me viene a la mente la imagen de un señor, o como yo le solía llamar cariñosamente Luis 'Señor', Luis Caballero Florido, en clara referencia a su apellido y a su manera de estar.
Él ha sido el hilo conductor en muchos momentos de difícil acuerdo entre los bodegueros y los viñistas, incluso hace bien poco estuvimos reunidos en el Hotel Jerez para acercar posturas. Luis, una vez más, con las ideas asentadas en sus convicciones sólidas, complicado de convencer, venía con el objetivo de revitalizar el jerez y de no dejar nada a la improvisación porque ésta no entraba dentro de sus esquemas bien definidos y meditados. Pedía consenso, enfundado en una chaqueta color crema, caballero, que y le daba cierto aire de gentleman o dandy. Eso era precisamente Luis, un gentleman, en sus formas, en sus pensamientos aperturistas, en su afán emprendedor con el que condujo el Grupo Caballero y Lustau y con el que se hizo un hueco en la mayor parte de las denominaciones de origen españolas.
Nos conocimos profesionalmente en su etapa de presidente de La Unión de Exportadores, años en los que vivió un jerez vivo, con una economía que miraba hacia el exterior y que se preocupaba por colmar las demandas y exigencias del mercado. Vivió una etapa dorada y tuvo la inteligencia de quedarse con las enseñanzas de ese tiempo para revertirlas en sus negocios vinateros a los que siempre lideró con esos preceptos y repitiendo una frase que define tanto su perfil empresarial como personal: "en la vida no se puede ir tirando, hay que ir empujando". Palabras que hoy, cuando Luis Caballero, se ha ido, me hacen preguntarme si lo que nos falta en el Marco no es precisamente eso de lo que hablaba Luis, "empuje".
Hoy rebobino la película de mi vida, buscando momentos compartidos con Luis Caballero y no sólo encuentro esos profesionales que fueron incalculables, en su número y en su valor, también recuerdo los personales en la bajada de Fuente del Gallo, en Conil, donde los dos hablábamos de lo divino y de lo humano, tratando de arreglar el mundo, interrumpidos tan sólo por nuestros hijos hábilmente enviados por nuestras mujeres, Isabel y Elma, para que pusiéramos fin a nuestras largas conversaciones de amigos que este verano no se producirán.
Otro amigo que se va y también del sector del vino. Espero que Paco Galán, como viticultor, y Luis Caballero, como empresario, nos marquen el camino a los de aquí para recuperar esa etapa dorada, que los que queremos al jerez, echamos tanto de menos.
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