Confabulario
Manuel Gregorio González
L os Reyes idos
Tribuna Libre
El 16 de julio es una fecha incrustada en la memoria y es parte del ADN de todos los uruguayos. Quizás y sin quizás la epopeya más grande del fútbol mundial en su historia hasta hoy. Era la final del Mundial de 1950 en Brasil. Buscando el Trofeo Jules Rimet, jugada en el imponente estadio de Maracaná y que consagraba a los locales únicamente con el empate.
Brasil ganaba 1-0 y Uruguay lo ganó 1-2. Doscientas veinte mil almas llorando y acusando a los futbolistas brasileños de tan inmensa frustración.
El 21 de diciembre de 1983, España debía ganar con una diferencia de once goles a Malta para clasificarse para la Eurocopa del año siguiente. La historia quiso que se marcara una fecha para el recuerdo y España ganó 12-1.
Cada 16 de julio, los sobrevivientes uruguayos y brasileños de ese partido se reunían para rememorar ese encuentro y contarse de sus vidas, algunas sin haber recibido el premio y reconocimiento que merecían. Algunas veces se juntaban en Montevideo y otras en Brasil. Se forjó una relación de respeto y admiración mutua. Esos encuentros también ya son historia, pues esos futbolistas ya no viven. ¡Gloria eterna!
En el caso de España y Malta, cuyos futbolistas, en su gran mayoría aún nos acompañan con sus anécdotas, recuerdan ese partido. Del lado español, como una gran proeza y por el lado maltés, aunque lo desconozco, seguramente es un día que prefieren no recordar.
Sin embargo, quizás sea el momento en que el fútbol, flaco en sus valores de antaño, pudiera hacer que españoles y malteses se juntaran cada año como forma de recordar juntos y enviar un mensaje a la sociedad de valores sociales, culturales y deportivos; valores que lo material los ha conquistado e invadido. El fútbol se lo merece. ¡Que así sea!
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