José Manuel / Moreno / Arana

El Marqués de Montana

Desde la ciudad olvidada

02 de diciembre 2014 - 01:00

EL 21 de mayo de 1785 fallecía en su palacio Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán. La muerte le sobrevino mucho antes de lo que él esperaba, con 50 años y unos meses después de contraer un matrimonio que ni siquiera había consumado. Sólo llevaba poco más de un par de años disfrutando de su ostentosa mansión, aquella con la que pretendió proclamar su extraordinario poderío económico. Una fortuna amasada al calor del creciente desarrollo de la industria vinatera local, a la que llegó a través de su tío Alonso, fundador de la primera compañía exportadora de vino de Jerez, que él mismo dirigiría al morir éste. Hombre dotado de una avanzada mentalidad mercantil, tuvo que hacer frente a la oposición frontal que sus ideas de liberalización de la producción y comercialización de nuestros vinos provocaron en el conservador Gremio de Vinatería. Convertido también en un gran propietario agrícola y ganadero, en 1773 se decía que daba trabajo diario a más de quinientas personas. Es el año en el que decide levantar una casa en consonancia con su elevada condición y con las ambiciones aristocráticas que le llevarán a conseguir el título de Marqués de Montana. Fue entonces cuando solicita al Ayuntamiento un terreno en un amplio espacio sin construir situado en el Llano de San Sebastián, junto a Santo Domingo. Sin embargo, la vieja nobleza que dominaba el cabildo municipal, envidiosa de su meteórico ascenso social y contraria a sus propuestas liberales, no se lo puso fácil y logró que se le denegara su petición. Las quejas de Cabezas por este desaire llegarán hasta el Real Consejo de Castilla, que en 1774 le concederá el ansiado terreno. Comenzaban así las obras del hoy conocido como Palacio Domecq. Pero de este importante monumento y del arquitecto que lo edificó habrá que hablar ya la semana que viene.

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