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Mañana se cumplen 14 años del asesinato de Marta del Castillo un ya lejano 24 de enero de 2009 y de la desaparición de su cuerpo. Lejano para nosotros, no para los suyos. Hay un asesino confeso y condenado. Pero no ha revelado el paradero del cuerpo: es una forma de torturar a sus padres y familiares que queda impune. No es cierto que la mayor desgracia que se pueda sufrir sea la pérdida de un hijo. La posibilidad de que una enfermedad o un accidente cause su muerte forma por desgracia parte de la vida que llamamos normal, tan llena de altibajos. Pero a la naturaleza (la enfermedad) y la mala suerte, el azar o la irresponsabilidad propia o de otro (el accidente) hay que sumar la maldad y la crueldad que multiplican este dolor tan inimaginable que ni tan siquiera se ha encontrado una palabra que lo nombre.
Hay algo peor que perder a un hijo, sí: que lo asesinen. Y aún este grado máximo del dolor puede aumentarse si el asesino no revela el paradero del cuerpo y su familia ni tan siquiera puede cerrar el duelo. Hay algo peor que enterrar a un hijo, sí: no poder enterrarlo, no poder dar su cuerpo a la tierra, no poder llevarle unas flores y rezar una oración ante su tumba. Al poco de la desaparición de Marta del Castillo se convocaron manifestaciones bajo el lema "Todos somos Marta". Bienintencionado, pero incierto.
Solo Marta es Marta. Solo ella sufrió su asesinato. Solo ella está muerta. Solo su cuerpo sigue sin aparecer. Solo sus padres y su familia sufre el triple dolor de la muerte de la hija, que la causa fuera un asesinato y que su asesino no revele el paradero de su cuerpo.
Podemos compartir su indignación ante el funcionamiento de la justicia y apoyarlos sumándonos a sus protestas y exigencias. Nos conmueve su tragedia. Pero el dolor es solo suyo. Nada hay más personal que el dolor. De él nacen las recientes y desgarradoras palabras del abuelo de Marta: "Cinco malnacidos nos destrozaron la vida… Tengo una hija, un yerno y unas nietas que están muriendo en vida… Mi esposa se fue hace cinco años con la pena de no poder llevarle un ramo de flores a su Marta y con esta frase en la boca: 'señor juez, haga Justicia y haga que digan dónde está el cuerpo de mi nieta'… Tengo 86 años… Me queda poco de vida… Pero aún tengo fuerzas y coraje. Moriré buscando a mi nieta". ¿Qué otra cosa puede hacer? Era y es 'su' abuelo. Era y es 'su' nieta. Y estos posesivos son lo más importante.
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