Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
de todo un poco
NO sé si se han dado cuenta de que he faltado a mi cita con ustedes los dos últimos miércoles, al caer en ellos la Navidad y el Año Nuevo, dos de los tres únicos días del año sin periódico. Yo lo he sentido de verdad porque me encanta entreverles entre líneas, leyéndome; y ahora, junto a la alegría del reencuentro, lo siento de nuevo, de otro modo, con una leve congoja. Durante estas dos semanas he pensado en los temas de los que habría escrito. Me habría pasmado ante la actitud del PP, que, cuando al fin cumple algo de su programa electoral, se revuelve con un aluvión de sobreexcitados autocríticos -Cifuentes, Monago, Feijóo y la alcaldesa de Zamora, entre otros-. Los argumentos de éstos, además de endebles, demuestran una permeabilidad al discurso del contrincante ideológico digna de una esponja. Y a la falta de criterio propio, intelectual, jurídico y científico, se une la ausencia del más mínimo sentido de la estrategia política. Los votos que el PP podría haber arañado al electorado más comprometido con la defensa de la vida se desencantan entre la lentitud de dos años en aprobar la ley, que es muy tímida, la prontitud en protestar de los críticos internos y la pasividad del partido en su conjunto en defenderla. De eso habría escrito.
También del aquelarre de Durango, con los terroristas de reunión y la impotencia del Estado de Derecho, que vuelve a morder el polvo. Como ven, temas poco navideños.
Y ahora me asaltan las dudas. ¿No ha sido mucho mejor callar? La mayoría de mis lectores no necesita para nada de mi indignación para ofenderse, ni de mis razones, que son más o menos las suyas, para pensar lo mismo. Cómo me acompaña hoy por dentro un poema hermosísimo de Aquilino Duque: "Si ya está todo dicho y con mejores palabras / y además es inútil. Si a nadie le interesa / lo que tú hayas pensado […] / ¿Por qué insistes, […] /¡Si ya está dicho! ¡Si la verdad estorba, / y bajo las estrellas el que aún sabe cantar / se consuela mirando los círculos de agua / que en el silencio forman sus versos al caer!".
El silencio es sin duda más elegante (qué círculos perfectos en el agua) y resulta altamente adictivo: bastan dos miércoles callado para cogerle el gusto. Sin embargo, hay que escribir. Mejor aún que el silencio, y ya es decir, es la música de la compañía y la defensa -siempre quijotesca- de unos principios. ¿O acaso el poema de Aquilino no nos ha dado consuelo? Y fuerza.
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