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Por montera
Muchas personas desprecian a la vejez. Esa edad que no ha llegado en un día, que no ha aparecido sin avisar, aunque lo parezca para quienes no soportan convivir con la ancianidad. De repente, en casa, alguien ya es mayor y se ha hecho dependiente de ti. Y, en consecuencia, se suele considerar un estorbo para tu manera de vida. O por lo menos, de la forma en que deseas seguir viviendo. Sin cargas. Por ese motivo, porque socialmente hemos cambiado, el problema de la soledad es ya un fenómeno mundial. Una epidemia social a la que no se le ha encontrado aún el tratamiento adecuado. En Reino Unido hay 9 millones de personas que viven en estas condiciones para lo que se creó el Ministerio de la Soledad. Quizás, el único que exista en Europa. En España, según en INE, 4,7 millones de personas viven en sus hogares sin compañía alguna. La mayoría son hombres solteros y mujeres viudas. El dato captado en Andalucía por la Encuesta Continua de Hogares, también del INE, refleja que en nuestra Comunidad Autónoma existían en 2015 (hace ya cuatro años) 297.300 hogares en los que vivía una sola persona mayor de 65 años. El actual Gobierno andaluz ha actualizado algún dato y resulta ser que cuatro de cada diez se sienten muy solas, que están solas, y que su dosis de sentimiento por su soledad es muy elevado. Esa cifra aumenta a la mitad a partir de los 80 años. Y en diez años , nos advierten, estos datos se duplicarán. Es de obligado cumplimiento hacer una reflexión, tanto individual como colectiva, desde los responsables de la Junta sobre cómo tratamos a nuestros mayores. En España hemos vuelto a vivir casos de malos tratos en residencias de ancianos, como el de otra señora que fue hallada muerta en su casa sin que nadie se preocupara de no haberla visto en cinco años. Ni siquiera su familia, aunque viviera en el extranjero.
Hay que encontrar la parte positiva de la vejez. Ver qué pueden aportar para incentivar su socialización que les evitará caer en la tristeza, la angustia, ansiedad, la falta de autoestima, desmotivación, apatía, y hasta la depresión y enfermedades seguras. No es una buena idea crear, como aquella campaña reflejó, una familia hinchable, en la que se veía a una señora rodeada en casa de muñecos de plástico con los que simular conversaciones y acciones cotidianas. La vejez no es un ente intangible. Ser mayor no es una elección, es la realidad individual y nuestro futuro. Es una inevitable fase de la vida a la que casi todos hemos de llegar irremediablemente.
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