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Las cosas que pasan
LA mayoría de los concejales del PSOE se sienten a veces como aquel edil que le reconoció a un guardia en Madrid que mandaba menos en su pueblo que en la capital española. Y esto ha originado que el distanciamiento entre la alcaldesa y la gran mayoría de su equipo de gobierno sea cada vez más insalvable, justamente, porque los concejales están hartos de que la regidora les ningunee. La fractura, que viene de largo, se escenificó el lunes pasado, cuando sus delegados le recriminaron su despotismo al gobernar. Ella, según cuentan, se defendió atacando, pero las tuvo tiesas incluso con los concejales que llegaron al partido -y a tocar poder- de su mano. Estos, junto al resto, le exigieron un mínimo de respeto porque Sánchez apenas cuenta con ellos. Le hicieron ver que no es de recibo que cualquiera, sea un técnico o un escolta, mande más que un concejal del gobierno. Hace tiempo que les preocupa este poder de influencia que sobre ella ejercen personas que no están legitimadas por las urnas para gobernar, porque entienden que altera el orden natural de las cosas y de la propia gestión diaria. Pilar Sánchez, que calificó la cita en un céntrico hotel de "encerrona", no pudo negar que ha perdido confianza en su equipo a la hora de tomar las decisiones importantes porque es un hecho. Pero vino a decir que si ahora casi ninguno forma parte de su núcleo duro -donde figuran su secretaria, el jefe de gabinete de Alcaldía, uno de sus escoltas y poco más- es porque ellos se lo han buscado. A algunos los critica de un tiempo a esta parte por borrarse y dejarla sola frente al peligro; y con otros es más dura, ya que les hace aparecer como culpables de que las encuestas digan que su imagen, y por añadidura la del gobierno municipal, se deteriora. El partido, entretanto, ejerce de mero observador, a sabiendas de que por ahora la oposición es un desierto, y porque la marca PSOE se mantiene sólida. En fin, que al margen de censurarle en privado que haga más caso al cuponero del Capele que a ellos, a los concejales les quedan dos caminos si de verdad quieren llevar a cabo la ruptura: renunciar a su acta y volver a casa, algo que ni se les pasa por la cabeza, o trasladar lo que ocurre a la ejecutiva provincial. Sólo así se darán por enterados en el PSOE oficialmente, y después está por ver que ocurra algo. A pesar del calado de esta crisis de gobierno, es pronto para que alguien se atreva a dar el paso para reconocerlo públicamente.
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