El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Las empinadas cuestas
TODAVÍA de las mujeres, cuando son objeto de algún reconocimiento público, se destaca su condición de mujer; llevamos siglos así; cuando me nombraron consejera de Presidencia del Gobierno andaluz, escribieron: “Tres independientes y una mujer en el primer Gabinete andaluz”; la noticia era mi condición de mujer, la primera y única entonces; hoy, 28 años después, sigue sucediendo casi lo mismo.
El pasado 21 de noviembre leyó su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua Soledad Puértolas, acto al que asistí, pese a que era un domingo frío de este invernal otoño. De ella se ha destacado, además de sus magníficos libros, cuya lectura recomiendo, el que era la séptima mujer que entraba en esa ancestral institución que nace en 1713, y que la han integrado más de 1.000 hombres frente a solamente siete mujeres. Encargada de velar por el uso de nuestra lengua, de momento, no defienden el lenguaje no sexista, porque afirman que su función sólo es la de dar fe del que se usa socialmente, de ahí que tengamos que cambiarlo en la calle, para hacerlo incluyente, aunque se escandalicen. Soledad Puértolas leyó un discurso memorable sobre los personajes secundarios de El Quijote, que eran tres mujeres.
Unos días más tarde se otorga el premio Cervantes, ¡al fin!, a una escritora, Ana María Matute, que publica hace más de 50 años, libros fundamentales en la historia de nuestra literatura. Es la tercera mujer que lo recibe en sus 35 años de existencia; todo en ella resulta admirable, pero ha sido emocionante su exclamación, cuando se entera, a sus 85 años, del reconocimiento: “¡Soy feliz!”, exclama. Ningún hombre se ha manifestado con semejante espontaneidad e ilusión y pocos se lo han merecido tanto como ella.
Y, poco después, a Elena Mendoza López se le concede el Premio Nacional de Música en su modalidad de Composición, la primera mujer en obtenerlo, con tan sólo 37 años. Es una sevillana, que vive y trabaja en Berlín, dedicada a la música de cámara instrumental, con interés también por el teatro, el trabajo con el espacio y la musicalización del lenguaje. Da clases de composición y publica lo que hace; es hija de una experta en arte, alma del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, feminista y amiga, Luisa López, y de un arquitecto, también premiado, Fernando Mendoza.
Representan a tres generaciones de ciudadanas activas que han conseguido, con más esfuerzo del normal, que se les reconozca su trabajo, y nos recompensan de las injusticias cometidas con tantas otras que no fueron reconocidas. Sólo seremos iguales cuando dejemos de ser noticia por ser mujeres, pero eso está aún lejos de lograrse.
También te puede interesar
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza