Tacho Rufino

Nuevo populismo español

Gafas de cerca

Taxistas, parados, gente de barrio medio o de poco salario compran con brío el discurso de Vox

09 de octubre 2018 - 01:40

Este fin de semana ha tenido un lugar un evento que para no pocos ha resultado inquietante: el partido político Vox ha congregado a 10.000 seguidores en la plaza de toros de Vistalegre. El mismo lugar de los encuentros de los momentos más dulces de un Podemos recién nacido que iba a "tomar el cielo por asalto"; qué linda lírica asamblearia. El mismo lugar de los mejores momentos del zapaterismo (por cierto, ¿conoce usted a algún zapaterista?) Cuánta transversalidad: la izquierda radical, con sus sensibilidades chavistas incluidas y su alma antitaurina, eligiendo el mismo foro para reunirse en masa que los derechistas desacomplejados de Vox, que -conozco a varios que sintonizan a tope con sus propuestas- se declaran franquistas en la intimidad y, tampoco cabe mucha duda, son partidarios del muy español arte de Cúchares: en Vistalegre estaba el sábado Morante de la Puebla vestido de calle. España en símbolos. Dos siameses dándose topadas y mordiscos a cada rato entre insultos. ¡Fascista cabrón! ¡Rojo de mierda! En un córner del país, el nacionalismo económico con coartada identitaria revienta la convivencia a su modo, también bipolar modo. El planazo nacional. Populismo por tres.

Con un Podemos ya asimilado a la normalidad política y las instituciones, relegando a perfiles sectarios como el de Monedero y aparcando tics demagógicos, Vox irrumpe en la escena política para reclamar para sí a un votante que no se identifica con un partido, el PP, que ha gobernado socialdemócratamente, que rechaza discursos antinimigración y no da la caña que, como propone Vox, hay que dar en Cataluña, cabra de la Legión por Las Ramblas incluida (esto último, como el amor por Franco, dicho de momento sólo en la intimidad). Señoras y señores, hay mambo. Los rojos más irreductibles echan demonios por la boca contra sus cofiesteros de Vistalegre, Vox, siempre apostrofado el insulto por el prescriptivo "fascista". Los fascistas que lo son a mucha honra suya les demuestran que eso de que ellos han surgido como "estrategia de las minorías y las clases dominantes" se lo pueden contar a otro, que no cuela: taxistas, parados, gente de barrio medio o de poco salario compran con brío el discurso de Vox. (Mientras, en un país no muy lejos de aquí -nada está lejos ya-, un país que siendo ubérrimo por naturaleza está comido por la pobreza crónica y la desigualdad vergonzante, vota masivamente a otro partido populista con un líder carismático -qué peligro, el carisma-. Bolsonaro se llama. ¿Brasil, facha? Cosas veredes…)

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