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Marco Antonio Velo
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La colmena
No tengo un criterio lo suficientemente sólido para opinar sobre las implicaciones del movimiento trans pero sí para pedir respeto. Por mucho que interese verlo como una moda, una distracción o una confusión contagiosa y pasajera. Todos deberíamos asumir que es una realidad social. Disruptiva y transgresora. Capaz de hacer tambalear los pilares más asentados de nuestro marco de convivencia.
Todavía somos una mayoría poblacional (en regresión) los que hemos nacido en un sistema binario de hombres y mujeres donde a los raros les tocaba salir del armario. Lo homosexual evolucionó a lo LGTB y, a partir de aquí, no hemos dejado de colocar letras y caracteres para intentar identificar una evolución sexual y de género que se escapa a los convencionalismos y a las etiquetas. Aunque parezca que fue ayer, hace ya 30 años que se empezó a construir la teoría crítica sobre la identidad gay y se extendió el concepto de lo queer desde USA. Eran los 90. Se quería poner fin al binarismo de género y al lenguaje excluyente. Se proponía una mirada sobre la sexualidad que superara los condicionantes biológicos para sumirse en construcciones sociológicas y culturales ligadas a lo plural y lo fluido.
Imagino que, como yo, estarían acostumbrados a contestar cualquier encuesta poniendo una cruz en "hombre" o "mujer". Eso es ya la prehistoria. Ahora encontrarán una tercera opción de "sexo indeterminado" o tendrán que descubrir que forman parte de los "cisgéneros". Lo tuve que buscar hace unos días: es cuando tu identidad sexual coincide con lo asignado al nacer y conlleva un "privilegio social". En oposición a la marginación de lo "transgénero".
No son tiempos fluidos los que vivimos; son de vértigo. Y de abismo. Pero no por el punto de partida del conflicto sino por cómo lo estamos enfrentando: un grupo de universitarios se rebeló este otoño en Granada contra una profesora "tránsfoba"; integrantes de la Asociación ATA se manifestaban ayer ante el Ayuntamiento de Sevilla con caretas de Carmen Calvo para denunciar discriminación... El desafío de lo trans, su reconocimiento y dignificación, no puede realizarse negándolo y con agravios pero tampoco torpedeando al feminismo ni dejándolo sin sentido. No cuando hemos cerrado el año (y estrenado 2023) con unas cifras vergonzosas de asesinatos machistas. La lucha no está hacia dentro sino hacia fuera. Y por eso resulta imperativo escuchar y esforzarnos por entender. Con respeto a ese otro que, ¡quién sabe!, igual un día somos nosotros.
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