Pedro Ingelmo

11 de junio 2024 - 21:21

Sí, Juan Pedro, he puesto este titular sólo para molestarte. Es el título de un librito de Malcolm Lowry, el de Bajo el volcán, que también lo podría haber puesto de titular para que me dijeras “Peluso, no pongas titulares con nombres de películas. Estrújate un poco más tu neurona”. Es un chiste privado, pero tengo más, eh. Podría ser Innisfree, ese lugar mágico de Irlanda que nunca existió, pero en el que tú estuviste, donde se rodó “El hombre tranquilo”, que es otro titular que podría haber puesto si tú hubieras sido un hombre tranquilo, pero eso hubiera sido faltar mucho a la verdad. ¿Tú tranquilo? No hay nada peor que un periodista tranquilo.

Y sí, estoy escuchando mientras lloro como una maricona (perdón, era el lenguaje de la época) el Astral Week de Van Morrison, ese disco que ponías hasta la saciedad en el coche ese negro que tenías en el que nos movíamos en las noches entre Jerez y El Puerto y Rota buscando el último bar. Porque tú eras un personaje de película irlandesa, no John Wayne, por supuesto, ya lo hemos dicho. Tú eras el perfecto secundario de una película irlandesa. Como “Almas en Pena de Inisherin”, esa última que me recomendaste tan buena de dos amigos en una isla que dejan de serlo no se sabe por qué y que se desarrollaba en una isla de Arán donde yo te dije que tendríamos que haber vivido un año. Con las focas. Qué gilipollas hemos sido, cómo se nos ha pasado. Y tú te sonreíste con tu copa de Leonor y dijiste “sí, qué gilipollas hemos sido”.

Y qué hago yo ahora sin esa sonrisa tuya de qué gilipollas hemos sido. Pero esto es una necrológica, cabrón, cómo nos has hecho esto. Tengo que decir -porque es una necrológica- que fuiste un periodista fuera de serie. Y esta vez no estaría mintiendo porque casi todos los que pasaban por tus manos y por tus malos modos te recordarán. Nadie dice qué buen maestro era el Peluso, tu entregado alumno, pero todos te tienen a ti en la boca y todos ellos son hoy curtidos periodistas que se abrazaron al oficio no en una universidad, sino cuando pasaron por tu trituradora. ¿Te acuerdas de aquella chavala de prácticas a la que enviaste a una estación de autobús a no sé qué y ella, muy preocupada, te dijo qué hago, voy y pregunto? Tú la miraste de arriba y abajo, te reíste: “Voy y pregunto. Has dado con la clave. Esta profesión consiste exclusivamente en eso. Ve y pregunta”.

Tras la capa de redactor jefe tocapelotas estaba tu ternura, tu generosidad, el no tomarte demasiado en serio el mundo. Pero te recuerdo que cuando te ponías podías ser todo lo contrario. Eras lo mejor que se puede ser en este mundo, un tipo diferente, inclasificable, recordable.

Pero lo otro era cómo escribías, joputa. No era normal. Yo llegaba con mis lecturas del nuevo periodismo americano y mis tonterías y, de repente, un texto tuyo, sin tanta tontería y tanta pollada, era luminoso. Cazabas a los personajes al vuelo. Escribiendo de forma muy sencilla. Ahora que te has muerto, cabrón, te lo puedo decir: no he leído a ningún periodista que escribiera como tú.

Y luego ese Diario de Jerez de los 90 que dirigía el Peña. Éramos unos salvajes porque tú estabas al frente de ese ejército suicida. El periódico no se acababa nunca, a veces enlazábamos una noche con el día. De ti lo mejor que se puede decir es que siempre dabas en el clavo, siempre decías ésta es la historia. Podría decir cosas mucho peores de ti porque eras el puto gamberro con el que más me he reído en mi vida. Y eso ya merece un más que justo epitafio. Necesitaría dos libros –”quillo, Peluso, no escribas tan largo que la gente no tiene todo el día para ti”– para contar todas tus andanzas quijotescas. Érase un hombre que estaba hecho de historias.

Bah, a la mierda, Juan Pedro. Cómo se puede querer tanto a un traidor que se marcha a la francesa de semejante manera.

Pero no te librarás. Vamos a montar el mayor funeral irlandés que se ha visto desde que John Ford rodó “La taberna del irlandés”. Y que sepas que te vamos a poner a parir, mi querido amigo. Mi viejo amigo. Qué dolor, viejo zorro, me causa tu ausencia.

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