Enrique García-Máiquez

Pacto de retro

Su propio afán

06 de mayo 2015 - 01:00

SI la zanahoria de Ciudadanos fue su predisposición al pacto, que tantísimo oxígeno ha dado a Susana Díaz, el palo que Albert Rivera necesita y estaba por venir es la exigencia de otro compromiso con medidas económicas y educativas. En principio, está bien pensado: con las cabezas de Chaves y Griñán se cubren las espaldas mediáticas, con las medidas contra la corrupción se lavan la conciencia y, por último, con un compromiso económico-educativo castigan a un PSOE-A que, si lo firma, reconocería implícitamente que su política dejaba que desear.

Eso, sobre el papel, que aguanta todo. Lo que está por ver es el cumplimiento de tantos compromisos diversos. Susana Díaz ofrece a Ciudadanos bajar los impuestos y a Podemos aumentar el gasto, ea. Una vez que esté instalada, habrá que echarle un galgo, que no será Juan Marín. Partiendo de que los compromisos de los partidos en sus programas son brindis al sol ¡y son con sus votantes! ¿por qué tendrían que cumplirlos con la oposición, si los firman sin convencimiento y con desconfianza mutua? Luego está la sabia advertencia de Chesterton: "Es muy poco práctico confiar en un acuerdo práctico. Dos personas pueden ponerse de acuerdo en tener un gato; pero si sólo lo hacen porque uno ama a los animales y porque el otro siente un placer malvado en ser cruel con los pájaros, es probable que ese acuerdo no dure mucho".

Me voy a permitir dar un consejo a quien lo ha de menester, que son todos, aunque ninguno me lo ha pedido. ¿No sería más serio un doble pacto? Tomás Moro, en la obra homónima de Shakespeare, advierte que "la prudencia cierra las ventanas… y las contraventanas". Por un lado, tendríamos el tan comentado acuerdo de Susana Díaz con Ciudadanos y con Podemos para ser investida, bueno, vale; pero, a la vez, otro, un pacto de retro entre todos los partidos de la oposición. Consensuar (también por escrito) unos pocos puntos elementales de regeneración política y contra la corrupción, y comprometerse, si el PSOE-A no los cumple, a una inmediata moción de censura: ése sí sería un palo a la altura de tanta zanahoria. Quien quisiera abstenerse en la investidura lo podría hacer entonces sin quedarse con cara de tonto a los dos días; y a quien no quisiera apoyar a Susana nadie podría acusarle de ser un cerril refractario. Todos, hasta el PSOE -que está mejor atadito en corto- saldrían ganando; y los andaluces, desde luego, todos.

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