Eduardo Jordá

Pactos

En tránsito

No habrá nuevos Pactos de la Moncloa. Los de 1977 fueron posibles porque los políticos todavía creían en la lealtad

04 de abril 2020 - 01:39

El día que se aprobaron los Pactos de la Moncloa, en octubre de 1977, uno de nuestros profesores entró en el aula de la facultad y gruñó: "¡Qué vergüenza! ¡Qué bajada de pantalones!" Para nuestros intelectuales más jóvenes de entonces -igual que para los de ahora-, cualquier pacto con el enemigo era un crimen imperdonable. Por fortuna, la sociedad era mucho menos fanática que nuestros intelectuales de izquierda. Y por fortuna, los líderes de los partidos -tanto a derecha como a izquierda- eran mucho más dialogantes que los jóvenes profesores universitarios de entonces.

Los Pactos de la Moncloa sirvieron para evitar la bancarrota económica, y con ello, lograron consolidar una democracia que tenía que enfrentarse a un sinfín de problemas (ETA, los militares golpistas, el caos económico). Sin ellos es muy posible que la Transición hubiera fracasado y que ahora viviéramos en un régimen muy distinto, sin duda mucho peor. Pero si la derecha que procedía del franquismo sociológico y la izquierda del PCE y del PSOE pudieron firmar esos acuerdos, fue porque unos y otros creían en las mismas cosas: en la democracia parlamentaria, en las mismas reglas de juego y en una Constitución consensuada que sirviera para toda la población y no únicamente para la mitad que pensara igual que nosotros.

Ahora, en una situación de bancarrota mucho peor que aquella, se habla de reeditar los Pactos de la Moncloa, pero me temo que va a ser imposible. Los líderes actuales, tanto de derechas como de izquierdas, están convencidos de que no han cometido ni un solo error en su vida porque hay algo en su ADN que los incapacita para cometer errores. Además, sienten un odio virulento hacia sus adversarios políticos. Y por último (y esto afecta más a la izquierda que a la derecha), han empezado a descreer de la democracia parlamentaria y ya sólo conciben el poder como una maquinaria implacable que únicamente debe estar dirigida a socavar como sea -propaganda, bulos- la legitimidad política y moral del adversario.

No habrá nuevos Pactos de la Moncloa. Y si los hay, serán una simple pantomima. Los pactos de 1977 fueron posibles porque los hicieron unos políticos que todavía creían en la lealtad y en el bien común y en el servicio público. En cambio, los de ahora -fíjense en Pedro, fíjense en Pablo, fíjense en Santi- sólo creen en sí mismos.

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