Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Paisaje urbano
La otra noche pude ver la entrevista que Jordi Évole le hizo al papa Francisco para La Sexta, y he seguido con interés las diferentes reacciones que ha suscitado entre la gente, particularmente entre los que se manifiestan cristianos practicantes. Y como se podía esperar éstas resultan ser muy dispares, desde los que se llevan las manos a la cabeza por lo que consideran una frivolidad rayana en temeridad la de este Papa para sentarse ante un tipo como aquel, anatema de la peor calaña para un sector nada despreciable de espectadores, a los que, sin embargo, ven en la actitud dialogante de Francisco una muestra de evangélica valentía dentro de los tiempos que corren.
Algo de temeridad hay, desde luego, en la actitud de exponerse de esa manera tan espontánea y directa ante el interrogatorio, a ratos previsible, a ratos tramposo, del periodista catalán, más preocupado por sacarle alguna declaración que arrope el manido discurso de la intelectualidad progre que por profundizar en otras cuestiones más reveladoras de la condición humana. En este sentido, y dado lo excepcional de tener a dos metros de ti a todo un Papa de Roma dispuesto a conversar largo y tendido, bien podría hablarse de ocasión perdida.
Si quizás consiguió algo de lo que pretendía en asuntos como la inmigración o el capitalismo salvaje (en realidad, le hubiera bastado al entrevistador conocer la doctrina social de la Iglesia, y dudo que cualquier Papa anterior hubiera dicho cosa muy distinta), sin embargo pinchó en hueso con el (obsesivo) tema de los restos de Franco, y con estrépito después cuando le inquirió por el aborto. Guardo en la mente la expresión tranquila del Papa preguntándole: ¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema?
De cualquier forma, reconozco mi desconcierto por esta forma de manejar la comunicación por parte de la más alta dignidad de la Iglesia universal, y será por estos tiempos convulsos, pero no termino de ver la necesidad de meterse en esa ratonera mediática con muy poco que ganar y muchísimo que perder. Y me parece bien que un Papa del siglo XXI aborde con determinación y valentía asuntos sociales que a todos nos interrogan, pero entiendo que existen otros formatos e interlocutores más idóneos para llevar al debate público las tensiones siempre vigentes entre las razones del cielo y el mundo terrenal cada vez más secularizado.
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