La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
El balcón
Es posible que Pedro Sánchez esté al final de la escapada. El personaje no gusta. Por eso la derecha, la presuntamente moderada y la ultramontana, concentran su campaña en “derogar al sanchismo”. Funciona. El presidente quiere vender su buena gestión de la pandemia y de la crisis económica por la guerra de Ucrania. Pero no la ha rentabilizado en las elecciones locales y previsiblemente tampoco lo hará en julio. Pesa más su altanería. Y la montaña de contradicciones entre sus promesas y sus hechos.
En mayo de 2018, dos semanas antes de la moción de censura que lo llevó a La Moncloa decía que en Cataluña hubo en 2017 un delito de rebelión. Cinco meses y medio después su vicepresidenta Carmen Calvo afirmaba con todo el cinismo, que “el presidente nunca había visto delito de rebelión en Cataluña”. En diciembre de 2022 se suprimió el delito de sedición y se modificó el de malversación para evitar decenas de procesamientos a ultranacionalistas por el fallido intento independentista en Cataluña.
Cuando en febrero de 2016 le explicó a Rubalcaba su idea de un Gobierno con el apoyo de Podemos e independentistas, el anterior secretario general de su partido se lo desaconsejó y bautizó esa fórmula de gobierno Frankenstein: “gobernar España exige apoyos parlamentarios sólidos si quieres hacer un buen gobierno, si quieres chapucear…”. Pedro dejó de hablarle a Alfredo.
La trayectoria viene de lejos. Sánchez traicionó a la madrina de su llegada a la secretaría general del PSOE en 2014. Nunca habría ganado a Madina sin el apoyo de la entonces poderosa Susana Díaz, empeñada en hacer perder al vasco, porque impidió el nombramiento de ella por aclamación, al solicitar un congreso extraordinario apoyado por Rubalcaba. El acuerdo tácito entre la líder andaluza y el desconocido diputado por Madrid situaba a Díaz como candidata a la Presidencia del Gobierno, pero él una vez en el cargo se desentendió.
Después vinieron otros barros, en vísperas de las elecciones de noviembre de 2019. Que no dormiría si tuviese que gobernar con Podemos, que nunca, nunca, nunca pactaría con Bildu. Por todas esas cosas Sánchez no gusta. Y eso, más los etarras en listas de Bildu, más puntuales intentos de fraude en el voto de correo, le ha bastado a la derecha para ganar las municipales. De nada han valido los buenos datos económicos. Pero quizá no funcione el mismo escenario en unas generales. La duda ahora es si el PP se limitará a una campaña trumpista contra el sanchismo o propondrá algo en positivo a los españoles. Mañana lo vemos.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón