Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
La nicolumna
LO de las promesas vacías tiene varias lecturas. O nos toman por tontos o les resbala todo. Más que tanto pegamento desaprovechado cuando esta noche hagan la pegada de carteles. Ahora se retoman proyectos y se asegura tener las claves para solucionar problemas que llevan años sin atajar. Se nos promete barbaridades. El modelo parece agotado del mal uso que se le ha estado dando durante muchas legislaturas. No se quieren enterar, que la gente es capaz de pensar por sí misma y tiene sus propios criterios. Los contribuyentes tienen un master en apretarse el cinturón cada día y los perfiles de trabajadores, de parados y demás supervivientes de las reglas establecidas desconfían de vividores, de banqueros, de puestos a dedo, y de parafernalia de partidos sin sentimientos. La playa que ahora se promete debe ser de agua salada, por el cúmulo de lágrimas con un alto contenido en suero fisiológico, derramadas por miles de jerezanos que se mean de risa y a la vez se les caen lagrimones y de otros miles a los que la congoja les convierte en plañideros permanentes porque para agua, ya tenemos la de las inundaciones de San Telmo, y para arena, las calerías y los polveros que ya tenemos en más de un solar abandonado, y en cuanto al gasto de luz en el González Hontoria, se compensará gracias a las últimas facturas de los jerezanos. Las montañas de Grazalema, se trasladarán en camiones junto al Alcázar. La pista de nieve se colocará en toda la ciudad. La feria de los caballitos de la reina serán unicornios para atraer turistas. El paseo de la fama de Hollywood sustituto de las calles sin asfaltar. Lo de la conversión del agua en vino está a punto de anunciarse. Y lo de la luna en medio del ferial, cuestión de días.
Pero el problema no es lo que prometen, sino lo que se callan, y después se sacan de la manga, eres, privatizaciones y demás tratos de favor. Eso sí es peligroso.
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