El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Jerez/LA ciudad no se muestra ahora ni fatigosa ni fastidiosa. Ni enclenque de ambiente matutino. La ciudad no gasta pólvora en salvas. Nada ensombrece el reconstituyente de la amanecida. Su luz es curativa. Los jerezanos transitan las calles del centro en arrebato de ademanes. La mañana huele a café. A pensamientos con legañas. A derivaciones del pan con aceite de oliva. A esmaltes de ojos grandes. A partir de la hora del ángelus, pongamos que hablamos de los días laborables, la charla de los viandantes sube tres puntos su volumen habitual. El sol del mediodía no se siente lego de rutinas empíricas. Embelesa la cadencia del adjetivo que abruptamente salta el trampolín de tu mente. La galbana brilla por su ausencia. Las sombras juegan al huye que te alcanzo en los primeros escaparates de la calle Larga. Una ejecutiva de belleza cordobesa -no debe rebasar los treinta años de edad- acelera el ritmo acompasado de su taconeo. El calor vuelve por sus fueros. Un recuerdo desportillado salta a la comba en tu fuero interno. Fulanito cuenta a Zutano que don Quintín el Amargao hace de las suyas donde Cristo dio las tres voces. Alguien añade un chascarrillo a ultranza.
Un nieto -que hoy hace novillos- camina de la mano de su abuelo Cebolleta. Éste describe al dedillo los negocios antiguos que antaño -¿tiempos de Maricastaña?- enfilaban las aceras de esta -hoy peatonal- calle Larga. Por ejemplo la juguetería de don Diego Álvarez. Por ejemplo la P. U. Por ejemplo La venencia. O Jerez textil. Dos librerías: Gener y… Papel y tinta. Gustaba a los lectores empedernidos maravillarse frente a los libros expuestos cara al público en Papel y tinta. Pongamos por caso la primera edición de ‘El estilo del periodista’, de Álex Grijelmo, en editorial Taurus. 0 ‘Los nietos del Cid’, de Andrés Trapiello. O ‘Valle-Inclán: los botines blancos de piqué’, de Francisco Umbral. El chiquillo abre los ojos como platos, frena en seco, permanece quieto como una estatua de sal, sorprendido, ante los saberes del anciano. Su sonrisa infantil tiene moflete de ángel querubín. Confiesa que, de mayor, querría parecerse a él. En atención a sus conocimientos locales. El anciano, al escuchar el piropo del nieto, se crece, permanece en la órbita del trovador con memoria fotográfica -gana enteros al recibir el voto de confianza y el signo de admiración del chiquillo- y tira del hilo de la cometa de la memoria: “ahí estaba La Granja Soler, y allí El Salón Italiano, y más allá Galerías Mónaco, Armando -y su elegante ropa de cacería-, cafetería La Corona, La Ciudad de Santander, la sombrerería González -donde muchos chaveas se hicieron sus primeros capirotes de nazareno-, Fornos -un café restaurante con aristas muy románticas y ambiente de fin de siglo, y, cómo no, el bar La Española”.
“Un día vi entrar a Fernando Fernández Gómez en el hotel Los Cisnes”, añade. El mozalbete aún no había asumido que la calle Larga es asimismo trayecto de los grandes acontecimientos del año. Desde el centro neurálgico de la Carrera Oficial para las cofradías durante la Semana Santa, hasta los desfiles ecuestres, Corpus o -de tarde en tarde- manifestaciones. Toda generalización conlleva injusticia, hete ahí que la calle Larga posea sus hechos diferenciales. Como toda dama que se precie. Una multicultural pléyade de riquezas autóctonas subyace en su intrahistoria. Ella se sabe bisagra enciclopédica. Destila gracia, salero y soberanía orográfica. Alta como un derroche de coherencia. Coqueta como frasco de perfume. Seductora como una analogía poética. La calle Larga albergó en su vientre nocturno tres agentes: en el Gallo Azul, en la misma esquina de El Colmado y en la Plaza del Arenal. Ni que decir de los guardias -a las claras del día- para ordenar el tráfico. Calle de poliédricos anecdotarios. Ahora un nuevo vecino tomará mando en plaza y asentará allí nuevo domicilio: se trata de de Pepe, de Pepe Pinreles para más señas. A diario se pondrá sus calcetines y mostrará a los jerezanos todo un muestrario de originales diseños de tan preciada prenda. Pepe Pinreles abre tienda en la calle Larga, que ha dejado de estar descalza. Buena noticia para una ciudad siempre con los pies en el suelo.
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