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ESTA palabra, en tiempos, era equivalente a las letras de cambio, a comprar a plazos. Desde que la crisis económica estalló el término ha alcanzado otra dimensión. Ha adquirido matices casi proféticos a la hora de apuntar al año en el que la vida volverá a asemejarse a la normalidad. Todos sabemos que no volveremos a vivir con la ligereza que lo hicimos en los años del desenfreno, pero sí que un día todo se tornará más tranquilo. España, una vez más, vive estos días las consecuencias de tener una política completamente sectarista. Los odios son incluso más grandes que la pasión por los sillones, que de por sí ya es enorme. El espectáculo que está dando la casta política (Podemos incluida, faltaría menos) es sencillamente patético. Usted, yo, todos los ciudadanos en suma, les importamos un comino. Basta echar un vistazo a cómo oscila la economía nacional para percatarse que la inestabilidad la podemos pagar muy cara. No hace mucho ya saltó el primero de los 'castosos' para echarle las culpas al Ibex 35. La culpa, ya saben, nunca es de ellos. España no está para plazos.
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