Jerez Íntimo
Marco Antonio Velo
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Cuarto de muestras
No sé qué ocurre en esta sociedad ni desde cuándo exactamente. No sé por qué permitimos que la política ensucie aquello que debería estar por encima de ideologías e intereses partidistas de uno u otro lado. Cuál es el oscuro fin de polarizarlo todo y desprestigiar aquello que se ha conquistado durante siglos y, desde la cultura, nos ha dado bienestar y seguridad. Sobre todo, me preocupa la docilidad y servidumbre de quienes tendrían, tendríamos, que rebelarnos antes de que sea tarde.
Nuestra sociedad tiene dos patas que son continuamente amenazadas por los más mediocres, por aquellos que quieren cobrar relevancia a costa de denigrar a los demás. Esas dos patas son la justicia y la formación porque sin cultura, sin formación, volvemos a la selva, al cainismo, a los instintos más primitivos, a la manipulación y la dependencia de aquellos que no nos quieren libres.
El otro día hablaba con un buen juez que además ejerce de portavoz de una de esas asociaciones que se han creado para defender a la propia judicatura pero que, a veces, consiguen el efecto contrario, el de la división interna y la politización. Le pregunté que hasta cuándo iban a consentir el desprestigio de la justicia; que por qué no eran capaces de unirse; que cómo era posible que los políticos hicieran leyes pésimas y consintieran que se culpara a ellos de aplicarlas; que se sepa de antemano lo que van a votar determinados magistrados de determinados tribunales, que no sean capaces de ponerse de acuerdo en lo sagrado y siempre existan votos particulares para desdecir el propio fallo. Eso digo yo, fue su respuesta. Difícil, muy difícil, añadió un segundo después.
Lo de la formación es aún peor. El mundo universitario ha sido destruido por una burocracia incomprensible, por una politización que paradójicamente anula la libertad de cátedra, por el desaliento de profesores que rebajan el nivel para evitar problemas, por la ausencia de ansia de saber y de enseñar, por la pobreza de miras.
Jueces y catedráticos tienen su ideología, no son ángeles asexuados, pero eso es bueno si son libres, cultos, independientes, honrados; si cumplen con vocación y respeto su función. Si no, son sumisos a aquellos que sirven a sus pobres intereses. Yo he tenido la suerte de conocer y admirar a jueces y catedráticos de verdad. Existen. Los demás son cómplices de su propia destrucción, de la nuestra.
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