Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
La esquina
Se comprenden las últimas extravagancias de Unidas Podemos en los estertores de su negociación con Yolanda Díaz. Como improvisar una consulta exprés para pedir a sus bases manos libres para pactar lo que ya se viene pactando (tan tramposa como la que Pablo Iglesias organizó sobre su chalé), como inscribir en el Ministerio del Interior un nuevo partido, Juntas sí se puede, y a continuación retirarlo porque todo fue un error o como presentar lista propia en Valencia, ajena y competidora de la de Sumar. Jugaditas con ínfulas maquiavélicas nacidas de una mesa camilla ayuna de realidad.
Y se comprenden porque el dilema que afronta Podemos no puede ser más trágico: o se disuelve en el magma de Sumar como un partido más, a la sombra clueca de Yolanda, con una representación acorde con los resultados del 28-M y ajena a sus méritos históricos ya amortizados, o rompe con la líder indiscutible –ungida por el fundador morado, para mayor inri– y arma su propia candidatura perjudicando seriamente las expectativas electorales de la izquierda radical y, con ello, la remota posibilidad de repetir la coalición progresista bajo la batuta de Pedro Sánchez.
Más abruptamente: a Unidas Podemos se la ha puesto en la tesitura de elegir entre la muerte por asfixia y la muerte por suicidio. Si quiere sobrevivir arropada por el único proyecto viable dentro de su espacio político, sería a costa de renunciar al protagonismo de sus máximas dirigentes, que además son ministras, o sea, a costa de negarse a sí mismo como partido en el poder. Muerte por absorción y a poquitos. Si rompe y va por libre, corre el riesgo de no ir a ninguna parte. Ninguna razón sugiere algo distinto al 28-M, o sea, su desaparición práctica como organización política con una mínima influencia. Un suicidio, sí.
Conduce a la melancolía de los progresistas el siguiente debate que Podemos y Sumar ya tienen preparado: quién de los dos es más culpable del desencuentro y del fracaso electoral que el desencuentro asegura. Deberían hacer otros más importantes. Por ejemplo, qué mensaje se envía a la sociedad cuando esta pelea a muerte no versa sobre la ideología o el famoso programa, programa, programa, del patriarca Julio Anguita, sino sobre el puesto que han de ocupar unos y otras en las listas. Por ejemplo, cómo asumir con humildad que el más preciado regalo a la ola conservadora que se aproxima ha sido la gestión insolvente de una ministra de esta cuerda.
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