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Por qué oponerse a la ley de amnistía que está al caer? Primero, porque es inconstitucional, como una especie de indulto generalizado que no sólo perdona a los delincuentes sino que borra sus delitos. Es lo que decían los constitucionalistas y los ministros del PSOE hasta el 23 de julio, cuando los siete votos de Puigdemont se revelaron imprescindibles para la nueva investidura de Pedro Sánchez.
Y porque ataca directamente al artículo 14 de la Constitución de 1978, ese que consagra el principio de igualdad de los españoles ante la ley, al generar una casta de privilegiados que pueden saltársela y salir impunes simplemente alegando motivaciones políticas de sus actos ilegales.
También porque deteriora el Estado de Derecho al vulnerar la separación de poderes y cargarse la independencia de la Justicia: todos los tribunales que condenaron a los implicados en el procés por golpistas después de juicios con todas las garantías (incluyendo el Tribunal Supremo y el Superior de Justicia de Cataluña) quedan desautorizados y todos los procesados no por sus ideales independentistas, sino por sus graves delitos como la malversación y la sedición (incluyendo a los vándalos que incendiaron las ciudades y ocuparon carreteras y aeropuerto) quedan exonerados y bendecidos.
Y porque los acuerdos que han conducido a esta ley asumen expresamente el relato independentista de la rebelión (“los hechos acaecidos en 2017”, como se dice eufemísticamente desde el poder): el referéndum y la declaración efímera de la independencia fueron provocados por el Estado por no admitir la soberanía de Cataluña para, luego, judicializar el conflicto político, reprimir al pueblo catalán y generar cientos de presos políticos y exiliados.
Asimismo, porque las negociaciones han sido un deliberado ejercicio de humillación para el Estado. En el fondo: el Gobierno cumplimenta todas las exigencias de los secesionistas, además de la amnistía, como el traspaso de Cercanías, la condonación de la deuda autonómica, inversiones en Justicia y Mossos, más el relato-relectura de la historia aquella. ¿Y la otra parte? Sólo presta los siete votos. Ni siquiera se compromete a no repetir la sublevación. Lógico, si ya no es delito... Y en las formas: todo ha sido una humillante bajada de pantalones, como la cómplice visita de la vicepresidenta al prófugo o la del número tres del PSOE bajo la foto glorificada de la urna ilegal.
También hay otras razones. Mañana.
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Gracias, Errejón