Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
A pie de campaña
El domingo, los españoles volverán a las urnas y decidirán quiénes dirigirán los destinos de España durante los próximos cuatro años. Atrás quedará una legislatura marcada por la confrontación entre el PSOE y el PP, que representan, al menos, a 21 de los 25 millones de españoles que votaron en 2004. Esta falta de acuerdo entre socialistas y populares ha llegado más allá de la lógica discrepancia política e ideológica, se ha saltado los límites del sentido común y ha traspasado las paredes de las Cortes Generales hasta llegar a la calle. Lo peor de las dos Españas canallas, con todos sus aliños y miserias, ha reaparecido a lomos de la falta de pericia y el adanismo de unos y del resentimiento, la desmesura y la mentira de otros. Sacudida de forma brutal por los atentados islamistas del 11-M, Madrid ha sido la ciudad más damnificada durante estos cuatro años de fractura política. En sus calles, la crispación, azuzada por tertulianos del dislate, por predicadores radiofónicos, por agujerólogos y por mentirosos compulsivos, ha alcanzado cotas involucionistas y se ha mezclado con la polución creando una atmósfera irrespirable desde el punto de vista de la salud y de la convivencia. Los grises, esos colores templados que dibujan el respeto al contrario, la tolerancia ante el diferente, están ausentes de una ciudad que mira indiferente cómo algunos de los fantasmas del pasado se pasean por sus calles como si la inmensa mayoría de los españoles no los hubieran desterrado aquella primera vez que votaron en 1977. Ojalá que el voto del domingo, gane quien gane, sirva también para restaurar el sentido común, un territorio repleto de lugares de encuentro para construir la España del siglo XXI con algo más de sensatez.
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