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Si se sabe encontrar, una obra literaria puede ser la clave para adentrarse y descubrir una ciudad. En la época del realismo hubo novelas que se convirtieron en testimonios tan verosímiles que la ciudad descrita ya no pudo escapar a la imagen impuesta por tal retrato. En España, tras los logros conseguidos en el exterior por Dickens, Balzac y Zola, el mejor ejemplo lo dio La Regenta en la que Clarín supo esculpir la Vetusta literaria con tal precisión imaginativa que ya nunca Oviedo, la real, ha podido rehuir mirarse en espejo tan ajustado. También Pérez Galdós con su Fortunata y Jacinta y Pío Baroja, con La lucha por la vida, sometieron Madrid a una disección tan pertinente como perdurable. En Andalucía, el retrato más clarividente de una ciudad se debe también a un novelista que hizo del realismo su arma literaria: Blasco Ibáñez, con La bodega, un escalofriante recorrido por Jerez. La ciudad es analizada sin contemplaciones para que, sin dejar de ser ella, sea, además, representativa de los mundos sociales enfrentados, en Andalucía, en el tránsito del XIX al XX. Por ello mismo y porque sus valores críticos eran tantos, las fuerzas locales, al sentirse retratadas de manera tan fidedigna, hicieron todo lo posible, durante todo el pasado siglo, para que la novela ni circulase ni se leyera. Más tarde, un seguidor de Blasco Ibáñez y de su escuela, José Mas, indagó en la ciudad de Sevilla con un punto de vista igualmente realista. Como era frecuente entre los adictos al naturalismo, este novelista (hoy olvidado, a pesar de la encomiable recuperación de sus Novelas sevillanas, realizada en la colección de Clásicos de la Diputación Provincial), se propuso dar cuenta de todas las grandes cuestiones que configuraban entonces la vida económica, social y cultural sevillana. Ha sido quizás el más ambicioso experimento de retrato sociológico y literario pensado para comprender el funcionamiento interno de la ciudad. Como suele pasar con muchos planteamientos de este tipo -incluidos los de Zola-, existía el peligro de que, a la larga, perdurase más el interés de la encuesta documental que el literario. Pero éste era el riesgo que corría una apuesta crítica como la de José Mas. Una apuesta tanto más apreciable cuanto que contrasta con los retratos literarios, casi siempre muy edulcorados, que han prevalecido de Sevilla. Por eso, es un novelista a rescatar. Y si quieren empezar este verano con una de sus obras, lean La orgía, no es una novela estival, es seca y dura, pero encierra muchas claves para descubrir la ciudad.
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