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El lanzador de cuchillos
Manuel Burque, autoproclamado cómico, (en realidad, catequista), en el programa Buenismo bien de la Cadena Ser (lo que aparece entre paréntesis son acotaciones mías): “Ha salido cierto cantante (se refiere a Bosé, caído en desgracia desde que renegó del sanchismo) en un programa de máxima audiencia, diciendo que en la Transición había más libertad que ahora, que antes no te cancelaban como a él. He estado reflexionando y creo que es verdad (venga, que empieza la lección). Por ejemplo, en la Transición tú podías fumar en el pediatra (en la carita de un bebé, apostilla Quique Peinado, Atlas vallecano que carga el peso del mundo sobre sus hombros), porque hasta que llegó la dictadura de lo políticamente correcto en 1988 no se prohibió fumar en los hospitales. En la Transición (sonríe con suficiencia el imancito woke) le podías pegar una bofetada a un alumno en clase (ahora es al revés, cierto) [...] En la Transición (se pone intenso) un putero podía hacer lo que quisiese a una prostituta sin que se considerase delito porque hasta 1989 no fueron consideradas víctimas de delitos sexuales (el putero, ese hombre de derechas, aunque milite en el PSOE); éramos libres totalmente, a excepción de que la mili era obligatoria (como en la Venezuela de Maduro –perdón por el cuñadismo– sólo que sin mujeres), el divorcio no estaba permitido (llegó con Suárez, pero bueno, bien) y el movimiento LGTBIQ+ estaba totalmente reprimido (la skoliosexualidad o el oneirogénero, y no los coñazos heteropatriarcales de Garci, fueron la gran asignatura pendiente de aquel tiempo), pero a excepción de eso, libertad total. Y, además, podías pensar y decir lo que quisieses, aunque te podía costar que te mataran por pensar y decir lo que quisieses (solamente si pensabas y decías lo que quisieses sobre los que hoy son socios de Sánchez)”. Hasta ahí la disertación cargada de ironía del padre Ripalda del yolandismo. Pero el destino le tenía reservada una ironía mayor: una auxiliar de cámara ha denunciado en redes (la nueva fiscalía) que el supuesto “aliade” utilizaba su posición privilegiada para mojar con jovencitas. Pobre hombre, tan feminista y señalado como un vulgar Plácido Domingo. Al discursito propagandista del gallego y su cuadrilla le faltó una coda: la Transición se hizo, también, para que las acusaciones hubiera que probarlas en sede judicial. Para que, incluso a idiotas como Burque, sólo pudiera cancelarlos un magistrado democrático.
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