Mariló / Montero

Salud y suerte

Por montera

02 de julio 2016 - 01:00

DICE mi maestro Hermida que cualquier instante en televisión es oro. Como siempre, tiene razón. Y eso fue lo que me regalaron desde la Dirección de TVE el jueves pasado. Oro puro. Dos arcones de oro puro, dos minutos de privilegio. Acababan siete años de trabajo continuado en la televisión pública y se me permitió despedir la temporada con mis propias palabras, hablándole a la cámara de manera sencilla y directa, que es como siempre he entendido que hay que hacerlo. Así me enseñaron los que sabían de esto. Así he intentado comportarme durante toda mi carrera. Hemingway nos enseñó que se escribe como se vive, y viceversa, y yo aprovecho esa frase genial como molde para decir que se hace televisión como se es. Televisión pura, que de nuevo diría Hermida. Sin intermediarios. Sin trampas. Lanzándose como un malabarista que a veces pierde pie y se lesiona, de acuerdo, pero con arrojo y valentía. Y con verdad. Con autenticidad.

En esos dos minutos finales, me despedí como se debe hacer: de repente. Creo que con la sonrisa de agradecimiento que se ha de lucir cuando se es consciente de haber recibido una hermosa dádiva. Y agradecí a mis buenos compañeros y a la audiencia su apoyo. Por ahora, mi ciclo en TVE ha finalizado. Porque he salido a cazar sueños, tal y como dije ante esa cámara última.

Cazar sueños es una expresión también preñada de Hemingway. Tanto es así, que resulta certera. Y es que, en efecto, estas líneas ya las estoy lanzando desde la búsqueda recién iniciada del primero de esos sueños. Mientras lo hago, un detenimiento final me devuelve mi propia imagen con un ramo en las manos y saliendo del plató. Ya sin pinganillo. Como una niña que acaba de aprender a andar y se encamina hacia su futuro.

Veo esa imagen y aprecio mi propia cabeza. Mi nuca como ofrecida para quienes me malquieren, la mayoría de ellos desconocidos por mí, parapetados en redes sociales. Está bien. Y, por otra parte, me veo caminar segura y arropada por quienes sí me quieren, y a ellos lo que les ofrezco es mi alma. Reitero: mi alma, mi sonrisa, mi amistad. Veo esa última imagen mía caminando hacia el exterior del plató y la percibo en compañía de la dignidad y de la reputación, que se me antoja que han resistido cuantos envites y tormentas amenazaron con naufragios. A la caza de sueños. Ya les iré contando las piezas cobradas por mi empeño y mi ilusión. Salud y suerte.

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