Francisco Bejarano

San Onofre

HABLANDO EN EL DESIERTO

LA vida legendaria de san Onofre no escatima milagros, prodigios y maravillas celestes, lo que ha hecho suponer que se trate de una cristianización del mito de los hombres selváticos de la Antigüedad. Se le supone hijo de un rey persa o etíope, aunque su nombre es copto: "el que es bueno", "el que ofrece bondad". Embarazada la reina de él, pasó el demonio disfrazado de peregrino y le anunció al rey que el hijo esperado era bastardo. Nada más nacer arrojó al niño a un brasero, del que salió ileso, demostrando así su legitimidad. Un ángel se le apareció al padre para corroborar el resultado de la ordalía. Pero Onofre, sin reprocharle nada, nunca le perdonó a su padre esa duda y la crueldad con qué intento resolverla. La reina, también dolida, entregó su hijo a un monasterio copto para que los monjes lo criaran y educarán. El niño fue amamantado por una cierva blanca símbolo de la pureza y de la masedumbre.

La vida del monasterio le pareció demasiado cómoda y decidió hacerse anacoreta en el desierto de la Tebaida, superpoblado de solitarios en el siglo IV. Fue Onofre tan velludo que entre la barba, el cabello y el vello corporal no necesitó nunca vestimenta y vivía desnudo sin que ninguna parte de su cuerpo se trasparentara. Durante setenta años no se alimentó más que de dátiles y de la sagrada comunión que le llevaba un ángel todos los domingos en forma de pan, no de oblea. No hará falta decir el aspecto que con tiempo adquirió san Onofre, seco de los ayunos, quemado por el sol y lleno de pelos. Los perros lo atormentaban pensando que era un animal y san Pafnucio, que se encontró con él, pensó que era un mono y se dispuso a huir, hasta que oyó la voz del ermitaño. Onofre le contó su vida y murió en sus brazos. San Pafnucio vio como un coro de ángeles llegaba para acompañar el alma del santo al Paraíso en forma de paloma blanca.

No obstante haberse caído de muchos santorales y ser nombre de poco uso, san Onofre fue una devoción universal, tanto en occidente como en oriente, y su iconografía es muy abundante, entre ella el famoso cuadro de Ribera, "El Españoleto". Como era de esperar, es abogado contra la calvicie (una oración dicha con fe sirve de crecepelo), y patrón de los tejedores por la habilidad del santo para tejer con los propios pelos naturales su vestimenta. En Jerez hay una calle dedicada a San Onofre, que une la de la Sangre con la del Marqués de Cádiz. No sé sabe el origen del nombre. Agustín Muñoz, el archivero autor del libro sobre el origen histórico de los nombres de las calles jerezanas, cree que debió existir una ermita o una hornacina con la imagen del santo, de las que no queda memoria, mandada hacer por una familia que tenía por tradición varios miembros llamados Nuflo, corrupción de Onuflo, Onofre. Hoy san Onofre es un santo olvidado y ocioso en espera de devotos que le den trabajo.

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